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El centro intelectual más importante en la primera mitad del s. XII, hasta que fue eclipsado por la universidad de París. Fundada por el obispo Fulberto en 990, alcanzó fama en filosofía con Bernardo de Chartres y otros escolásticos posteriores, como su hermano Teodorico, Gilberto de la Porrée, Guillermo de Conches, y Clarembaldo de Arras. Se conocen las doctrinas de esta escuela sobre todo por el Metalogicon, de Juan de Salisbury. Sus diversos componentes comparten, además de un amplio conocimiento de los autores de la tradición clásica y de los primeros escolásticos, un platonismo cristianizado, que proviene sobre todo del Timeo de Platón, conocido a través del comentario de Calcidio, neoplatónico del s. IV d.C., y de los escritos de Séneca, Boecio y Agustín de Hipona, y por lo mismo una postura realista en la disputa de los universales.

Bernardo de Chartres, llamado el «gramático» y considerado el más platónico de su tiempo, cultiva el estudio de la gramática latina según la tradición clásica y acude a las teorías de Platón para la solución de los problemas que suscita. Gilberto de la Porrée (1076-1154), discípulo de Bernardo, fue también como él canciller de la escuela, metafísico y lógico influyente, y obispo de Poitiers. Teodorico de Chartres, hermano de Bernardo, canciller asimismo de la escuela, destaca por la vastedad de su cultura clásica y por haber intentado concordar el relato de la creación del Génesis con la física de su tiempo; alude ya a la noción del impetus.

El más importante de los miembros de esta escuela es, no obstante, Juan de Salisbury, culto escolástico inglés, obispo de Chartres, y autor de un poema sobre los sistemas filosóficos antiguos.

La escuela se caracteriza por impartir una enseñanza cultísima, de acuerdo con su tiempo, del trivium y el quadrivium, donde tienen cabida autores cristianos y paganos. A los estudiantes que se quejaban de la dureza de la enseñanza de estas «humanidades», a quienes se llamaba «cornificienses» (de Cornificius, detractor de Virgilio), les aconsejaba Gilberto de la Porrée que se dedicaran más bien al oficio de panaderos.

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