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Una de las innovaciones medievales de la doctrina aristotélica del movimiento. Esta teoría describía la causa del movimiento en consonancia con los principios aristotélicos generales, pero en disconformidad con la manera como Aristóteles explicaba el movimiento de los proyectiles. Según éste, el motor debía ser siempre exterior al móvil y haber permanecido en contacto con él. En el caso de los proyectiles, el motor (la cuerda en tensión) comunicaba movimiento a la flecha a través del aire interpuesto, sea por sucesión de contacto sea por antiperístasis, o empuje por la fuerza del aire que aborrece el vacío que el móvil deja al desplazarse. El alejandrino Juan Filopón, conocido también como Juan el Gramático, criticó estas soluciones de Aristóteles y concluyó que la causa del movimiento debía hallarse en el mismo proyectil, debido a una impresión en éste, por el motor del movimiento, de una fuerza o poder de moverse.

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En el occidente latino, donde llegó a través de las traducciones árabes, se denominó a esta fuerza virtus impressa, pero sólo Juan Buridán, en el s. XIV la sostuvo y defendió como teoría dinámica, dándole el nombre de impetus, ímpetu o impulso. El ímpetu se define, a partir de este momento, como una cualidad impresa en el cuerpo en movimiento, cuya propiedad es mover. Es proporcional al movimiento comunicado y a la cantidad de materia del cuerpo en movimiento; disminuye según el peso del cuerpo movido y la resistencia del aire, y es de por sí una propiedad constante, sólo reducible por la resistencia del medio y la tracción en sentido de la gravedad, o tendencia de los cuerpos a su lugar natural (ver texto). Aplicó la teoría al aumento de velocidad en la caída de los graves, que denominó «ímpetu accidental» o «gravedad accidental», así como al movimiento de las esferas celestes, que giran perpetuamente por la ausencia de resistencia, postulando cierta unidad de explicación dinámica entre el mundo sublunar y el supralunar, que no precisara de motores o ángeles, según la tradición árabe, que movieran estas esferas.

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Alberto de Sajonia adaptó la teoría del ímpetu para explicar la trayectoria de los proyectiles en tres fases, mediante «ímpetus compuestos»: una primera fase de movimiento violento en que el ímpetu domina sobre la gravedad y la trayectoria es rectilínea; una segunda fase de ímpetu debilitado, en que el movimiento es, a la vez, violento y natural, dando una trayectoria curva; una tercera fase, en fin, de movimiento natural de caída, vencido el ímpetu por la resistencia del aire. Tartaglia resolverá, en 1546, la trayectoria de los proyectiles como una curva parabólica.

La teoría del ímpetu se difundió ampliamente, en los siglos XIV y XV, y es un predecesor medieval del concepto de inercia de Galileo.


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