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Antistenes

Miembros o seguidores de la escuela fundada por Antístenes (hacia 450 a.C.) en el gimnasio de Cynosarges («el perro blanco»). De ahí deriva probablemente el nombre de cínicos o perros. Pero, dicho nombre, además de inspirarse en el del lugar de la escuela, designaba también la voluntad de una vida errante y desapegada de los bienes materiales, y solamente interesada en los bienes morales. Por otra parte, Antístenes se daba a sí mismo el nombre de aplokyon, «el auténtico perro», y Diógenes se complacía en llamarse cínico: «discípulo del perro».

Entre los filósofos cínicos más importantes destaca el mencionado Diógenes de Sínope (que murió hacia 324 a.C.), que es el miembro más conocido de esta corriente de pensamiento, y Crates de Tebas, el discípulo más célebre de Diógenes, maestro a su vez de Zenón de Citio, fundador del estoicismo. Otros discípulos de Diógenes de Sínope fueron Mónimo, Filisco y Onesícrito. También son destacables Hiparquia, mujer de Crates y Metrocles, cuñado de éste. Menipo de Gadara, Bión de Borístenes, Menodoro, Teletes y Cércidas son otros filósofos cínicos pertenecientes a generaciones posteriores.

Esta escuela es una de las llamadas escuelas socráticas menores, que junto con la megárica y la cirenaica comparte el hecho de que sus fundadores fueron discípulos de Sócrates y la característica común de tener una orientación ética y de recurrir a la dialéctica e ironía socrática.

La orientación moral de los cínicos estuvo al servicio de una vida ascética y que despreciaba los bienes materiales. El sabio cínico busca sólo la virtud y no desea ni los bienes ni los placeres, libre de todo y de todos, desprecia las normas usuales de conducta social e importuna a los demás provocándolos con la absoluta franqueza.

Diógenes

Para ellos, la auténtica virtud es vivir conforme a la naturaleza, según el ideal de la αὐτάρκεια (autarquía), carencia de necesidades o autosuficiencia, de inspiración socrática, pero entendida en un sentido individualista y -a diferencia de Sócrates- antiintelectualista. Este antiintelectualismo les separa de la ética socrática. Por ello, los cínicos, más que forjar un sistema o una doctrina moral, forjaron ejemplos de comportamiento: la virtud para ellos no es un saber, sino una forma de conducta o un modo de vida. La autarquía consiste, pues, en lo opuesto al νόμος (nomos) en cuanto que todas las costumbres regladas, las creencias religiosas transmitidas por tradición y las leyes son opuestas a la auténtica naturaleza.


Se ha señalado que la aparición del movimiento de los cínicos es expresión de la crisis que acompaña al nacimiento del período helenístico, y aparece como contrapunto del vasto imperio que forjó Alejandro Magno que, no obstante, significó el declive de las polis antiguas. El cínico prefiere una vida natural y sencilla antes que participar en el boato de una sociedad que se le aparece como inauténtica y en una cultura alienante y, quizás, carente de los medios intelectuales de oponerse a ésta, adopta un estilo de vida chocante y provocador. De esta manera, prefiere el modelo de la vida salvaje antes que el de una vida sometida a las reglas de un rebaño ordenado pero embrutecedor. En el siglo I d.C., la escuela cínica volvió a adquirir una cierta importancia y sus llamadas a la libertad interior y en contra de la corrupción, provocada por el deseo de los bienes materiales (ideales que compartían con los estoicos), fueron bien recibidas por los que se oponían al boato y prepotencia del poder imperial. Entre los miembros de esta última generación destacan Dión Crisóstomo (s. I d.C.) y Luciano de Samosata (s. II d.C.).


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