(en Επίκτητος)
Filósofo griego seguidor de las tesis del estoicismo tardío. Nació en Hierápolis, Frigia, hacia el año 50 d.C. Era esclavo de Epafrodito, de la casa de Nerón, y fue manumitido por éste. Una vez liberto, vivió en Roma y conoció al filósofo Musonio Rufo, del que fue discípulo hasta que Domiciano expulsó a los filósofos de la ciudad. Después de abandonar Roma, hacia el año 93, se estableció en Nicópolis (Épiro) donde desarrolló sus enseñanzas hasta su muerte, acaecida en el año 138. En Nicópolis, su discípulo Flavio Arriano recopiló sus doctrinas en ocho libros (de los que se conservan cuatro), titulados Διατριβαί (Diatríbai, «Disertaciones») a partir de sus lecciones, y también escribió un pequeño resumen de sus doctrinas conocido como ᾿Εγχειρίδιον (Enquiridion). Según él -que sintetiza elementos del rigorismo moral de los cínicos (abstinencia de disfrutar de bienes materiales) con el estoicismo y la doctrina del logos divino que gobierna el mundo-, todos los hombres pueden llegar a la virtud, puesto que Dios nos da los medios suficientes como para hacer el bien y nos provee de las intuiciones morales fundamentales. No obstante, sólo a través de la educación y, especialmente, a través de la filosofía y del razonamiento lógico, es posible la adecuada aplicación de los principios morales adecuados. La educación tiene dos objetivos básicos: aprender a adecuar nuestras concepciones primarias naturales a las circunstancias concretas, y a distinguir entre lo que no está en nuestra mano modificar y lo que depende de nosotros (ver cita). Sobre aquello que no podemos decidir nosotros (como el caer enfermos o gozar de la suerte, por ejemplo), no debemos preocuparnos ni dedicarle esfuerzos inútiles, pues está en manos del Hado (Εἱμαρμένη) o de la providencia (Πρόνοια) divina. De hecho, sólo depende de nosotros el buen uso de las representaciones, es decir, aceptar que las cosas son como son y nada más, y el recto ejercicio de la voluntad. Sólo Dios es enteramente libre y nuestra libertad consiste en la plena aceptación de sus designios, lo que nos da la tranquilidad de saber que todo está bajo su dependencia: el único mal está en nuestra voluntad. La esencia de esta voluntad es el querer la virtud y, para lograrla, es preciso: ordenar los deseos según la razón, el cumplimiento escrupuloso del deber y el control de los juicios según las reglas lógicas. A ello deben unirse la templanza, la castidad, la modestia y la veracidad.
Aunando los ideales morales de los cínicos y de los estoicos, Epicteto subraya la necesidad de proteger nuestra alma de las pasiones (πάθος) y de las apetencias de las cosas externas, ya que la verdadera esclavitud es la de los deseos. En el aspecto político, Epicteto defendía un pleno cosmopolitismo (ver cita), así como la igualdad de todos los hombres. Con ello, mantenía en difícil equilibrio el patriotismo y la recomendación, en cierta forma contradictoria con sus enseñanzas, de participar activamente en la vida pública. El pensamiento de Epicteto tuvo una gran influencia sobre el emperador Marco Aurelio.
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