Es el impulso o atracción hacia el mal bajo pretexto de bien, es decir, cuando se da una cierta connivencia con el mal cuya posibilidad se propone. La palabra del Nuevo Testamento traducida por tentación, peirasmos, tiene un sentido más amplio de «prueba», «comprobación». El motivo de que el hombre permanezca expuesto a la tentación lo vio la teología en la capacidad de deseo que alienta en el hombre, cuyos movimientos espontáneos ya no se orientan hacia la voluntad a consecuencia del pecado de origen. La discusión teológica actual se ocupa especialmente de las tentaciones a las que el hombre se ve expuesto por causa de las estructuras sociales y económicas.