Nombre que recibe la disputa que surge a raíz del congreso de Tubinga, convocado en 1961 por la Sociedad Alemana de Sociología, en torno a la lógica de las ciencias sociales. La controversia la inician primero Adorno y Popper (Cf. Adorno, Th. W. (y otros), La disputa del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona 1973.), y la continuan Habermas y Albert, después. Por sus actores, representa un enfrentamiento entre la epistemología del racionalismo crítico y la dialéctica de la escuela de Francfort.
La discusión se inscribe en el marco general del problema del método científico de las ciencias sociales, y hasta de la legitimidad de la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu.
Las ciencias de la naturaleza se basan fundamentalmente en el método hipotético-deductivo, cimentado en el criterio neopositivista de explicación, según el cual explicar un hecho consiste en deducirlo de una argumentación compuesta por leyes y condiciones iniciales; toda predicción científica, por lo demás, sigue el mismo modelo deductivo. Las ciencias sociales no pueden atenerse a este modelo nomológico de explicación y predicción, puesto que las regularidades que se observan son -por naturaleza de la materia de que tratan- difícilmente predecibles.
Tradicionalmente se adscribe a las ciencias de la naturaleza la función de describir y explicar hechos, mientras que se atribuye a las ciencias sociales la función de aplicar valoraciones o valores.
Para el racionalismo crítico, toda las ciencias -tanto las de la naturaleza como las de la sociedad- deben atenerse al mismo método: proposición de hipótesis y contrastación por los hechos; las hipótesis que no superan la prueba de los hechos han de ser desechadas como no científicas. Los dialécticos de la escuela de Francfort rechazan la imposición positivista a la sociología de los métodos propios de las ciencias de la naturaleza. La sociedad no es un objeto de la naturaleza y tiene sus propias características: es una totalidad, que ha de captarse en su globalidad, puesto que es contradictoria en sí misma, racional e irracional a un tiempo; la reflexión que sobre ella se hace no tiende simplemente a conocerla, sino a transformarla, y toda teoría social es también práctica; de ella nos interesa primariamente no lo que es verdadero o falso, sino lo que es bueno o justo.
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