Término que, por lo general, puede interpretarse como una tendencia anímica, afectiva por tanto, más que cognoscitiva, respecto de algo que se considera un valor. Como consecuencia, implica una tendencia, o disposición permanente, a comportarse de una determinada manera ante aquello que se valora. Permite, por su carácter estable, fundamentar expectativas y, por estar enraizada en lo profundo de la personalidad y ser parte notable de la misma, sólo cambia ante alteraciones importantes de las emociones y sentimientos o de los conocimientos, y se expresa inconscientemente a través de la conducta habitual o reflexivamente por medio de opiniones, creencias y argumentaciones.
. Constituye también objeto de interés para la sociología que la investiga a través de escalas de actitudes, que miden tanto la intensidad o la fuerza de la actitud como diversos aspectos o variables de la misma.