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Razonamiento por el cual el sujeto llega a la conclusión de que está moralmente obligado a hacer o a no hacer algo. Se trata de una reflexión práctica, o de la razón práctica por la que, a partir de un principio moral universal, uno se pregunta qué debe hacer en una situación determinada: a partir del principio y vista la situación concreta, se llega a una decisión o a un juicio moral; se trata, pues, de justificar la afirmación «debo hacer x». Aristóteles denomina a esta reflexión práctica silogismo práctico.

ver ejemplo ↓

(Hay que cumplir las promesas que se han hecho)

He prometido a Ana que ayudarla a ordenar la casa

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Por tanto debo ayudar a Ana

En un segundo sentido, un argumento moral es un razonamiento con el que se dan razones para sostener que una cosa o una acción es buena o mala. Esto es, para justificar el enunciado «x es bueno»

Tanto para un caso como para el otro, subyace la idea de que es posible una justificación ética de la conducta humana de tipo objetivo, y no meramente relativista o subjetivista, y que la acción moral no es ajena a la racionalidad. Sin embargo, y sobre todo por parte de autores procedentes del neopositivismo o de la filosofìa analítica, se discute acerca de la posibilidad y de la naturaleza de los argumentos morales. Ch. L. Stevenson (1908-1978), neoempirista y emotivista, autor de Ética y lenguaje (1845), por ejemplo, sostiene que la argumentación moral es una inferencia no-deductiva, cuyas premisas son afirmaciones de creencias y cuya conclusión son expresiones valorativas o emotivas. R.M. Hare, filósofo analítico, y uno de los defensores más significados del prescriptivismo moral, concibe el razonamiento moral como una inferencia formada por premisas descriptivas y por lo menos una premisa valorativa que funciona como principio moral prescriptivo, a partir de las cuales puede deducirse válidamente un juicio moral concreto también prescriptivo; el punto débil del razonamiento es, según este autor, el principio moral, cuyo fundamento ha de ponerse en otro principio moral de mayor generalidad, y así sucesivamente, hasta llegar a un principio moral simplemente aceptado que ya no es posible fundar en ningún otro principio, pero que cualquier persona con un sistema moral distinto puede rechazar.

En el origen de estas críticas -como de otras sobre .que todo razonamiento moral supone un paso, que se considera ilícito, del «ser» al «deber ser», o que comete la falacia naturalista- así como en torno a la cuestión general de la relación que existe entre el razonamiento teórico y el práctico, y de qué tipo de deducción relaciona las premisas con la conclusión, está el supuesto, atribuible a Hume, de que no es posible mezclar lógicamente los enunciados descriptivos y los enunciados de valor, o que los hechos no implican valoraciones.

Éstas y otras críticas hacen que normalmente se considere que los razonamientos morales no son como el resto de razonamientos o, por lo menos, que en última instancia sólo son válidos dentro de un sistema moral aceptado.

Otros autores, sin embargo, sostienen que es legítimo derivar afirmaciones morales a partir de enunciados fácticos; así, Philippa Foot y Peter Geach, por ejemplo.

ver cita 1↓

(La teoría de que una conclusión valorativa de un argumento deductivo necesita premisas valorativas es claramente injustificable.

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Cf. Argumentos morales, p. 123, en Ph. Foot, Las virtudes y lo vicios, UNAM, México 1994, p. 117-131; primeramente publicado en «Mind», 67 (1967).)


ver cita 2↓

Rechazo por completo la opinión de que «bueno» no tiene primordialmente sentido descriptivo.

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Cf. Bien y mal, p. 104, en Ph. Foot, Teorías sobre la ética, FCE, México 1974, p. 99-112; primeramente publicado en «Analysis», 178 (1956) 33-42.