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(del griego μόνος, monos, uno y Θεός, theós, dios)
La doctrina religiosa que sostiene la existencia de una única divinidad personal y trascendente. El judaísmo, el cristianismo y el islam, son, entre las denominadas grandes religiones, las típicamente monoteístas y que atribuyen a Dios los atributos mencionados; hay, no obstante, otras religiones no fundadas en la Biblia o ajenas al mundo bíblico, que mantienen un monoteísmo menos estricto. Se discute, en antropología cultural, sobre todo desde perspectivas evolucionistas, acerca del origen del monoteísmo. Hume, Rousseau, Comte y otros defienden la evolución del politeísmo al monismo; Edward B. Tylor sostuvo un evolucionismo psicológico, en el hombre primitivo, que pasa del animismo, o de la creencia en espíritus de la naturaleza, al monoteísmo dejando atrás el politeísmo, mientras que Wilhem Schmidt (1868-1954) defendió la idea exactamente contraria, anteriormente defendida por Voltaire y en consonancia con las enseñanzas de la Biblia (libro del Génesis): el monoteísmo, consecuencia de una «revelación original», es anterior a cualquier otra clase de creencias animistas o politeístas, las cuales representan un estado de decadencia. A ambas concepciones se opone Raffaele Petazzoni, iniciador de la antropología religiosa en Italia, en 1913, el cual sostiene un carácter mucho más complejo de las creencias primitivas: no puede probarse la evolución natural hacia el monoteísmo; el «ser supremo» de los primitivos no posee las mismas características de las grandes religiones monoteístas (es el «padre del cielo», la «madre tierra» o el «señor de los animales», según se trate de un pueblo de pastores, de agricultores o de cazadores) -por lo que la creencia en este ser supremo no significa siempre monoteísmo- y, además, el monoteísmo parece ir siempre precedido por una revolución religiosa, encarnada en un personaje de elevado significado religioso (Zaratustra, Jesús, Mahoma). También se sostiene que toda religión monoteísta es una religión fundada.