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Filosofía oriental que en forma de especulación surge dentro de la cosmovisión religiosa del hinduismo, la religión originaria de la India. En el desarrollo histórico del hinduismo se distingue una fase inicial, el vedismo, que da lugar a la literatura védica compuesta por cuatro colecciones de himnos sagrados, los Vedas, o «sabiduría», o también revelación (sruti), llamadas Rigveda, Yajurveda, Samaveda y Atharvaveda. Corresponde a la época que describen las grandes epopeyas del Mahabharata y el Ramayana, cuya versión definitiva es, no obstante, del s. II d.C., y se practica un culto politeísta a Indra, Varuna, Mitra y Agni, etc., en el que, sin embargo, cada dios parece «el dios». Una segunda fase que se desarrolla hacia el final de la época védica, entre el 800 y el 500 a.C., recibe el nombre de brahmanismo y marca el predominio de la clase sacerdotal de los brahmanes, que dominan totalmente la vida social y política. Durante esta época aparecen comentarios teológicos sobre los Vedas, las Brahmanas (de tendencia ritualista) y las Aranyakas, o tratados del bosque(investigación de las ideas contenidas en los rituales). Acabada esta época de influencia sacerdotal, las creencias brahmánicas se mezclan con los cultos populares y aparece el hinduismo propiamente dicho. Es la época de la redacción del Ramayana y el Mahabharata (con el capítulo conocido como Bhagavad Gita, o «Cántico del Excelso» quintaesencia del hinduismo); surgen, además, tres disensiones internas, que ya no aceptan el vedismo de los antiguos: el budismo, el jainismo y el carvaka, este último concepción materialista del universo. Como respuesta a estos sistemas heterodoxos, surgen seis sistemas filosóficos nuevos: Yoga y Samkhya, Mimamsa y Vedanta, Nyaya y Vaisesika, tres pares constituidos en principio por la distinción entre doctrina práctica y teórica. A los Vedanta (de veda, saber, y anta, fin y meta, esto es, «meta de todo conocimiento»), conjunto de especulaciones filosóficas inspiradas en la religión y la literatura védica, se les da también el nombre de Upanishad. En realidad, las Upanishad -cuyo nombre significa «sentarse a los pies de alguien» y se refiere a la enseñanza que recibe el discípulo (sisya) en su trato con el maestro (guru)», por lo que significó finalmente «doctrina secreta»- son una de las cuatro clases del Veda (Mantra, Brahmana, Aranyaka y Upanishad); las más antiguas proceden de los siglos VIII y VII y llegan hasta el s. III a.C.; con ellas surge propiamente la filosofía o el pensamiento especulativo innovador, como oposición a un pensamiento ritualista, litúrgico y mágico, obra de los nuevos ascetas, individuos jóvenes y con ganas de saber, ansiosos de nuevas formas de piedad personal (bhakti), que presentan la liberación del alma a través del conocimiento. Los Vedanta o las Upanishad se dividen, a su vez, en tres escuelas: Advaita (no-dualista), Dvaita-advaita (monista), y Dvaita (dualista). Sus principales representantes son, respectivamente, Shankara, Ramanuja y Madvha.

En el hinduismo, no hay propiamente filosofía, palabra que no pertenece a su vocabulario, sino cosmovisión, o, mejor aún, simplemente «visión», porque la liberación del hombre se lleva a cabo, no por el pensamiento propiamente discursivo y racional, sino por la iluminación interior y la intuición, sobre un fondo de consideración mística de la realidad. Tampoco existe una evolución del pensamiento, como la hay en la filosofía occidental, que va de Parménides a Hegel, pongamos por caso, sino que la manera de pensar de las Upanishad aparece siempre como fue al inicio, siendo su afirmación fundamental que «el atman es el brahman».

Algunos de los conceptos fundamentales de las teorías reflexivas de las Upanishad, como atman, karman y samsara, moksa, se corresponden de alguna manera con nociones también centrales del pensamiento occidental. Las diversas escuelas -Nyaya o lógica, Vaisesik o realismo atomista, amkhya, «enumeración» o realismo dualista, Yoga o unión meditativa con la práctica de ocho medios, Purva Mimamsa o Karma Mimamsa, o estudio profundo de los Vedas, y Vedanta, la metafísica propiamente dicha- se encargan de explicarlos desde distintos puntos de vista (darsanas).

El hombre es un compuesto de atman, el yo personal, el sí mismo, el principio vital, el alma, y de sharira, cuerpo; el atman, «chispa que procede por emanación» del Brahman, poder del universo, principio creador o absoluto, tiende a unirse de nuevo con el principio de donde procede, pero el karman, lo que cada cual hace en la vida, las consecuencias de las propias obras, el destino que cada cual se labra viviendo, ata al hombre a la existencia para llegar a merecer, por las obras buenas y las acciones rituales, una nueva transmigración; la reencarnación es, en definitiva, un camino erróneo para la liberación, porque se convierte en un renacer indefinido, en una rueda de reencarnaciones (samsara), sin liberación (moksa) alguna.

El verdadero camino es la especulación filosófica: sólo el conocimiento de que el atman es Brahman, de que el hombre es una partícula del Todo, y que no son las obras las que salvan, sino el conocimiento de uno mismo y del universo, puede romper el ciclo interminable del samsara; es la propuesta de las Upanishad, que nos evita caer en la ignorancia (avidya) que condena al apego a la existencia y a la imposible liberación por las obras. Sólo el verdadero saber (vidya) lleva a la liberación (moksa), porque sólo la meditación interior y el conocimiento del universo lleva a la percepción de nuestra identidad con Brahma, el absoluto, y nos libera del peso de las obras, o del «camino de las obras», karman, dejando, con ello, de estar sujetos a la ley de la transmigración universal.

La disolución de la propia identidad en lo absoluto es tratada de forma distinta según las diferentes escuelas de Vedanta: para el Advaita Vedanta de Shankara, quizá la más aceptada, sólo hay una realidad única, atma y Brahman son lo mismo, y el mundo no es más que apariencia.

La pérdida de la propia individualidad, dentro de la afirmación global de que todas las cosas son todo (según la frase ritual «esto es eso») y de la identidad de los dos mundos, del absoluto y el concreto, es una de las características fundamentales de la filosofía india, que la distingue radicalmente del pensamiento occidental, en el que la pérdida de la propia individualidad y de la conciencia de ser sujeto no es tolerada.

Las técnicas del yoga tienden a preparar el espíritu del discípulo para percibir la verdad.

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