(del latín ego, yo)
En psicología, tendencia del individuo a considerarse centro principal de todo interés, que redunda en la interpretación tácita o explícita de que nada tiene sentido si no es desde la perspectiva del beneficio propio. En un sentido filosófico más general, equivale al solipsismo y al subjetivismo, que sostienen que sólo existe el «yo» y las modificaciones subjetivas del mismo. En ética, egoísmo se opone a altruismo y se expresa adoptando aquella decisión que más nos beneficia y más protege nuestro interés propio, ignorando por completo las consecuencias que nuestras acciones pueden tener en los demás, cuyo daño o beneficio se considera meramente accidental, en el supuesto de que los demás y sus intereses son un simple instrumento nuestro. La conducta puramente egoísta no es en ningún modo ética: sólo se puede actuar moralmente teniendo en cuenta de alguna forma el interés de los demás, o interés general, además del propio.
Hume, que por un lado sostiene que la moralidad y la justicia no provienen sino del egoísmo (self-love; ver cita), sostiene también una especie de armonía natural entre los sentimientos egoístas y los sentimientos sociales (ver cita), o entre el amor propio y el sentimiento de humanidad o simpatía (ver cita).