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Distinción propia de la filosofía y la física corpuscular del s. XVII, establecida inicialmente por Robert Boyle en su Historia de las cualidades de las partículas (1671), quien, inspirándose en la antigua distinción de Demócrito entre cualidades convencionales y reales de las cosas y la distinción escolástica entre sensibles propios y sensibles comunes, entiende que las primarias son objetivas y las secundarias subjetivas. Las cualidades primarias (solidez, extensión, figura, forma, movimiento o reposo y número) existen de manera objetiva en las cosas, mientras que las secundarias (gusto, color, sabor, sonido, calor, etc.) existen sólo en el sujeto, que recibe pasivamente la acción de un «poder» que las cosas ejercen a través de las cualidades primarias. Admitieron también la distinción Galileo, Hobbes, Descartes y Gassendi. Se debe a Locke, no obstante, la formulación definitiva de las características de las «cualidades primarias» y de las «cualidades secundarias». Estas cualidades, junto con las potencias o poderes, forman según Locke el conjunto de la sustancia, ese algo desconocido, que está más allá de las cualidades primarias y secundarias y que es su soporte (ver texto ). Berkeley criticó esta distinción considerando que tanto las primarias como las secundarias son simples alteraciones del sujeto y que, por consiguiente, no hay más sustancia que la percepción, reduciendo, por tanto, toda sensación a fenómeno. Hume mantuvo un fenomenismo semejante al de Berkeley y criticó, además, de forma específica la idea de los poderes ocultos en las cosas.


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