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Argumento sobre la existencia de Dios, considerado por Kant como «el único argumento posible», que se basa en que la sola noción de la esencia de Dios basta para probar su existencia. Se trata de un argumento a priori, propuesto por vez primera por el filósofo medieval Anselmo de Canterbury, en su obra Proslogion (cap. 2). El punto de partida es una definición, o idea o concepto de «Dios» hecha de tal modo que hasta el «insensato», o necio, citado por el Salmo 14,1, y que dice que «Dios no existe», ha de admitir por el solo hecho de pensar que Dios no existe. Dios es, en efecto, «el ser más perfecto que puede pensarse». Puestos a pensar lo máximo o más perfecto, debemos pensarlo como existente, porque en caso contrario no pensaríamos lo máximo. Por tanto, no tenemos más remedio que pensar a Dios como existente (ver texto ). La prueba iba dirigida contra Gaunilón, monje del monasterio de Marmoutiers, que negaba toda posibilidad de demostrar la existencia de Dios, y que le replicó que, de pensar en una cosa, no podemos concluir que tal cosa exista en la realidad, así como tampoco por el hecho de pensar en la mejor de las islas del océano nos está permitido suponer que existe una isla, llamada Perdida, en el océano. Suele decirse que Anselmo de Canterbury no pretendía una prueba meramente lógica, sino una comprensión racional de lo que ya «sabía» por la fe. Los argumentos anselmianos no convencieron al monje «insensato» Gaunilón, y han sido discutidos por muchos a lo largo de la historia. Tomás de Aquino, que ya mantenía la distinción medieval entre esencia y existencia (introducida por Avicena), sostuvo, por un lado, junto con otros muchos escolásticos, que del argumento se sigue sólo que Dios existe en el entendimiento, esto es, que no es una noción contradictoria, y, por el otro lado, que los argumentos sobre la existencia de Dios han de ser a posteriori (ver texto ). Descartes, en cambio, lo aceptó e hizo propio en sus Meditaciones metafísicas (Parte 5): la existencia de Dios va unida a su concepto igual como a la naturaleza del triángulo rectángulo va unido el que la suma de sus ángulos valga dos rectos (ver texto ) o como el concepto de valle va unido al de montaña. Su contemporáneo Gassendi rechazó el argumento. Kant hizo la crítica definitiva al sostener que la «existencia» no es un predicado real que pueda añadirse a las cualidades del concepto, de modo que un concepto pensado como existente no posee más características esenciales que un concepto simplemente pensado: cien táleros en el bolsillo valen lo mismo que cien táleros pensados; pero éstos no existen, aquéllos si, aunque que existan debe probarse, no simplemente pensándolos, sino a través de la experiencia. Por consiguiente, el enunciado «Dios existe» debe tratarse como un enunciado sintético (ver texto ).


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