(del griego πόλις, muchos, y θέος, dioses)
Creencia religiosa que, contrariamente al monoteísmo, afirma la existencia de varios seres divinos personalizados o dioses.
Especialmente bajo la influencia de Tylor y Frazer se consideró durante mucho tiempo que la mayor parte de las religiones habrían seguido un desarrollo desde un primer culto a los antepasados, al animismo, el totemismo y politeísmo, hasta desembocar en el monoteísmo. Actualmente, no se admite esta evolución, ni se acepta que el origen de la religión sea fruto de un razonamiento hecho por el hombre primitivo que, a partir de determinadas experiencias: sueños, fantasías, visiones, alucinaciones, etc., llegara a la creencia de que existen seres semejantes, pero de naturaleza distinta. Además, de la misma manera que no necesariamente una religión politeísta debe acabar en el monoteísmo, es posible encontrar creencias que han seguido el camino inverso: del monoteísmo al politeísmo. De hecho, algunos antropólogos y algunos historiadores de las religiones, como Mircea Eliade, por ejemplo, han señalado que el politeísmo procede más bien de una primitiva forma de monolatría hacia un único ser celeste creador del universo. No obstante, esta divinidad no excluiría la posibilidad de otras, siendo la multiplicidad de dioses una forma de expresar la plenitud de lo divino. Hume afirmaba que el proceso que conduce al monoteísmo no surge a partir de una reflexión filosófica, sino de la necesidad de los hombres de congraciarse con un único dios y sostenía, también, que el politeísmo, en cuanto que está abierto a varios, está abierto a más creencias y a más de una verdad, mientras que el monoteísmo, al afirmar una única verdad, tiende al dogmatismo y a la intolerancia.