Filósofo y sociólogo alemán contemporáneo, nacido en Leipzig en 1904. Profesor en Leipzig y Viena (1947) y en Aachen (1962). Su producción intelectual se ha dirigido fundamentalmente hacia el estudio de la antropología, de la sociología y de las relaciones entre la ciencia, la filosofía y la técnica, todo ello desde la perspectiva de la antropología filosófica.
Desde esta perspectiva, y considerando que la pregunta por el hombre y su lugar en el mundo es la pregunta capital, Gehlen inicia su reflexión por oposición a Scheler. Este autor, según Gehlen, tuvo el mérito de situar la pregunta por el hombre en un nuevo contexto: en lugar de las antiguas concepciones que consideraban al hombre desde la perspectiva religiosa de su relación con Dios, Scheler lo compara con los otros animales. Desde un punto de vista meramente biológico, la diferencia entre el hombre y los otros animales es solamente de grado, pero Scheler, que sigue siendo fundamentalmente religioso, afirma que existe una diferencia esencial: sólo el hombre posee espíritu. Con ello, dice Gehlen, Scheler superó el antiguo dualismo que enfrentaba cuerpo y alma, pero lo sustituye por uno nuevo, el que enfrenta espíritu y cuerpo animado (Ver textos de Scheler y Gehlen)
En contra de esta posición, Gehlen considera al hombre desde la perspectiva de la acción, entendiendo por acción «la actividad destinada a modificar la naturaleza con fines útiles al hombre» (Antropología filosófica, Paidós, Barcelona 1993, p.32). Esta concepción de la acción es muy semejante a la defendida por Bergson (quien influyó mucho sobre el pragmatismo americano a través de su amigo William James), y el mismo Gehlen reconoce la influencia del pragmatismo en dicha concepción, en la que también resuenan influencias de Nietzsche. De esta acción resulta la conciencia, que responde a las exigencias de los procesos vitales: el lenguaje, la memoria o la imaginación son instrumentos de un substrato orgánico irracional que en sí mismo escapa a todo conocimiento. Este punto de partida le permite superar el dualismo de Scheler y seguir, no obstante, distinguiendo entre el hombre y el animal: la diferencia esencial está en el hecho de considerar el hombre como un ser carencial, un ser carente de defensas y como inacabado que, para sobrevivir, debe construir su propio mundo (ver texto de Gehlen). Este mundo, esta segunda naturaleza es la cultura, que implica una concepción del mundo («Todas las sociedades humanas, por sencillas que sean, poseen una interpretación global del mundo y de su propio papel en este mundo, que en última instancia se refiere a la acción.» op.cit. p.37), y que implica también alguna forma de conocimiento, que Gehlen considera verdadero en la medida en que se revela fértil y productivo para la acción.
El ser humano, entonces, como ser abandonado por sus instintos, necesita de las instituciones que, de esta manera, aparecen para Gehlen como barreras protectoras contra la barbarie, o como formas supremas del orden que nos amparan, y que son las únicas que permiten entender y desarrollar la personalidad (op.cit., p.90). Pero en el mundo moderno de las sociedades industriales, en el mundo de la técnica, con un excesivo peso del ethos de la ciencia y de la técnica -que han transformado las condiciones de vida de la humanidad-, se paga un alto precio: la renuncia a la metáfora, la renuncia a los aspectos mágicos, la renuncia a los sentidos. En suma, la renuncia a aspectos que han constituido elementos básicos de la cultura en su desarrollo histórico, y que conforman el suelo de «la verdad de lo irracional» que Gehlen reivindica. El ethos de la ciencia y de la técnica tiene un pobre poder para formar y reforzar instituciones sólidas. Pero, ante este precio, Gehlen, en lugar de apelar a un nuevo romanticismo de raíz rousseauniana que pretende una vuelta a la naturaleza, apela por una auténtica vuelta a la cultura. Aboga por el abandono del caos de una cultura debilitada en la que el arte se ha vuelto trivial o neurótico, la religiosidad es mero sentimentalismo, campa por doquier el acriticismo y se generaliza la frivolidad. Solamente con el apuntalamiento de instituciones fuertes y el desarrollo de una auténtica disciplina se puede superar esta situación que tiende a la degeneración. Con ello, Gehlen, que mantuvo una cierta ambigüedad respecto del nazismo, se alinea con posiciones conservadoras, al estilo de escritores como Jünger, por ejemplo.
Bibliografía
Del autor
- Gehlen, Arnold, Antropología filosófica. Del encuentro y descubrimiento del hombre por sí mismo. Paidós, Barcelona, 1993.
- Gehlen, Arnold, Antropología filosófica. Del encuentro y descubrimiento del hombre por sí mismo. Paidós, Barcelona, 1993.
- Gehlen, Arnold, El hombre, su naturaleza y posición en el mundo. Sígueme, Salamanca, 1987.
Relaciones geográficas