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Teoría embriológica que sostenía que los órganos de todo organismo ya están preformados en el óvulo o en el espermatozoide. La primera formulación de esta concepción se debe a Malpighi, que afirmaba que el desarrollo del organismo no era más que su autodespliegue a partir del germen dónde estaba ya preformado. El origen de esta concepción se halla en los primeros descubrimientos de Leeuwenhoeck y otros microscopistas que a finales del siglo XVII descubrieron espermatozoos en el líquido seminal. Algunos, incluso, creyeron ver homúnculos, es decir, seres humanos en miniatura, en los espermatozoides del semen humano. Según esto, todos los rasgos físicos y espirituales de los futuros humanos estarían ya contenidos en las células sexuales, y la herencia biológica equivaldría al desarrollo de los homúnculos. De hecho, se pensaba que, a su vez, dentro de estos diminutos homúnculos habría otros homúnculos todavía más pequeños y así, sucesivamente. Leibniz aceptó el preformismo y concluyó que «las almas que algún día serán almas humanas estaban ya presentes en el semen de sus antepasados, hasta Adán». Esta tesis supondría que la materia es infinitamente divisible ya que, al cabo de unas pocas generaciones, los homúnculos contenidos dentro de otros homúnculos deberían ser inferiores a los átomos. El preformismo se dividió en dos corrientes: la de los homunculista o animalistas y las de los ovistas (el futuro ser estaría preformado en los óvulos). En el caso de los ovistas, la generación entera de la humanidad estaría contenida en los óvulos de Eva.

De hecho, la concepción preformista es una consecuencia de la creencia según la cual el presente contiene el germen del futuro, como el pasado contiene la semilla del presente. En la historia de la ciencia, el preformismo cayó cuando los embriólogos, desde Wolff en 1759 hasta von Baer en 1827, mostraron que ni las células sexuales ni los embriones en sus primeras fases se parecen a adultos en miniatura. Por ello, más que el preformismo, la teoría triunfante fue la epigénesis, defendida, inicialmente, ya en el siglo XVII, por William Harvey, tesis que también defendió Kant, por ejemplo, en la Crítica del juicio, § 81.

Las polémicas entre preformacionistas y defensores de la epigénesis se trasladaron al terreno del estudio de la morfogénesis y se vieron, nuevamente, avivadas con la proclamación de la ley biogenética formulada por Haeckel.