(del griego θάνατος, muerte)
En la terminología psicoanalítica designa las pulsiones de muerte que tienden hacia la autodestrucción con el fin de retornar al organismo a un estado inanimado (ver cita), y que son más fuertes en las primeras fases de la vida. Posteriormente se dirigen hacia objetos externos manifestándose como pulsiones agresivas. Una de sus manifestaciones específicas es la tendencia compulsiva hacia la repetición.