En general, este término designa la exaltación de lo primitivo aplicado a la valoración de la humanidad. En la época moderna, y como reacción romántica hacia la idea de progreso de la Ilustración, se desarrolló un primitivismo cultural, cuyo paradigma era el del «buen salvaje», inspirado en una interpretación un tanto esquemática del pensamiento de Rousseau. En dicha concepción se consideraba «lo primitivo» (en sentido etnológico) como más «auténtico» y opuesto a la civilización que degrada al hombre. Desde otra perspectiva, en la antigüedad era bastante corriente un cierto primitivismo cronológico, que consideraba las sociedades anteriores como más perfectas que las actuales, que serían sólo un pálido reflejo o el fruto de una degeneración de una «edad de oro» ya pasada (los «mitos de las edades» de Hesíodo o de Platón, por ejemplo).