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Movimiento filosófico y religioso de revitalización del pitagorismo que se produce durante el período helenístico. Al parecer se inició en Alejandría, a partir del siglo II a.C., y, durante el siglo I a.C., se desarrolló en Roma, ciudad en la que fue muy influyente durante los siglos I y II. Según Cicerón, Nigidio Fígulo fue el introductor de esta escuela en Roma el año 45 a.C., al que siguieron otros autores como Apio Claudio y Vatino.

De entre los textos fundamentales del neopitagorismo destacan los escritos de Ocelo Lucano (Sobre la naturaleza), los de Alejandro Polihístor de Mileto, los de Moderato de Gales y los de Nicómaco de Gerasa. Durante esta época aparecieron también diversos escritos apócrifos, especialmente los Dichos áureos y las Cartas, pretendidamente escritos por Pitágoras mismo. El neopitagorismo fue una de las muchas tendencias que se dieron dentro del amplio movimiento de sincretismo y eclecticismo que se desarrolló durante los siglos I a C. hasta el siglo III y, puesto que muchas de las doctrinas de esta época se inspiraron en las teorías pitagóricas, ésta corriente fue una de las más influyentes.

La mayor parte de las investigaciones filosóficas neopitagóricas giraban alrededor de la noción del Uno-Todo, y sobre la interpretación numérica de los principios del ser. Al lado de estas especulaciones se desarrolló también una reflexión ética y religiosa de carácter ascético, mágico y soteriológico, que siguiendo la tradición pitagórica adoptó un ideal moral de purificación y sustentaba la posibilidad (mágica o teúrgica) de actuar sobre los dioses.

Apolonio de Tiana

Otros autores neopitagóricos fueron: Apolonio de Tiana, Nicómaco de Gerasa y, especialmente, Numenio de Apamea, que tuvo mucha influencia en el posterior neoplatonismo. Aunque el neopitagorismo se presentaba como una continuación del pitagorismo antiguo (e incluso algunos defensores de esta escuela fueron considerados reencarnaciones del propio Pitágoras), incorpora muchas influencias del platonismo, del estoicismo, del aristotelismo y aspectos propios de las concepciones religiosas judeo-alejandrinas, todo ello bajo un manto de misticismo y teosofía. La tesis básica de esta corriente es la afirmación de la realidad suprema del Uno, que no debe confundirse con la unidad aritmética que es sólo una manifestación del Uno, sino que más bien debe entenderse como fundamento de toda unidad. El Uno es el que engendra, por emanación, toda multiplicidad, pero en sí mismo es pura unidad trascendente.

A menudo este movimiento se confunde y se mezcla con el que se engendró alrededor del llamado corpus hermeticum, es decir, alrededor de los escritos atribuidos a Hermes Trismegisto aparecidos durante el siglo I.

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