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(del griego ἁρμονία, lo conexo, ordenado o ajustado) La conexión ordenada de las partes con un todo. Supone la posibilidad de la unidad en la multiplicidad, y aparece como un ajuste en el que las distintas partes forman un conjunto. Habitualmente, esta concepción se relaciona con tendencias teleológicas, en cuyo caso la armonía es la ordenación de las partes conforme a la realización plena de un fin. Se aplica, especialmente, al ámbito estético (de manera más estricta, en música), pero también en el mundo orgánico o, incluso, político. No obstante, es su uso estético-musical el que le confiere auténtico significado, mientras que, en los demás ámbitos, su uso es más bien metafórico.

En la historia de la filosofía destaca el uso que de esta noción hicieron los pitagóricos que, a través de su concepción del número -entendido a partir de la tabla de los opuestos- (ver cita), la aplicaron al conjunto del ϰόσμος (cosmos). Para ellos, el cosmos es un todo ordenado pero, en la medida en que este orden puede expresarse mediante razones numéricas, como la música, es, al igual que ésta, una armonía. Para explicar esto, sostienen que las esferas celestes encajan entre sí de manera que las distintas órbitas, entre ellas, están a unas distancias como las que forman los acordes musicales de un instrumento de cuerda, expresables según razones matemáticas definidas. De esta manera, el orden de las esferas celestes proporciona armonía, incluso en el sentido musical del término. Según los pitagóricos, también el alma humana es armonía, tesis que Platón no aceptó pues, si el alma fuese solamente armonía del cuerpo, dependería exclusivamente de éste (Fedón,86 b7). No obstante, en el Timeo, donde defiende la existencia de un «alma del mundo», defiende que el alma humana es parte de la armonía cósmica pues, como ésta, es mezcla sometida a proporción (ver textos ). Aristóteles también combatió la tesis pitagórica de la armonía del alma, ya que a ésta se le otorga capacidad de movimiento y el movimiento no es un atributo de la armonía.

En el terreno cosmológico, la influencia de la tesis pitagórica de la armonía de las esferas ejerció gran influencia en las escuelas neopitagorizantes de la época renacentista, e incluso fue retomada por Kepler, aunque posteriormente la abandonó, y con ella la tesis del movimiento circular y uniforme de los planetas.

La armonía de las esferas