Palabra de origen persa que pasó al griego y sirvió para traducir el edén hebreo, designando un jardín de delicias. Se refiere a las condiciones de vida y constitución existencial de orden interno y externo, de los primeros hombres con anterioridad a su pecado tal como queda recogido en Gen 2 y 3. Este término, posteriormente, pasará a significar también la reintegración del hombre a su destino original.