Tesis económico-demográfica, defendida por Thomas Robet Malthus en su obra fundamental: Ensayo sobre el principio de población y su influencia sobre la mejora del futuro de la sociedad (1798, segunda edición revisada en 1803), en la cual sostiene que, si no hay ningún obstáculo que lo impida, la población humana crece en una proporción geométrica, mientras que los recursos para su supervivencia sólo crecen en proporción aritmética: «el poder de crecimiento de la población es infinitamente más elevado que el poder de la tierra para producir los medios de subsistencia necesarios para el hombre: en efecto, si no se frena la población, ésta aumenta en progresión geométrica, mientras que los recursos aumentan en progresión aritmética». De esta manera, si todos los individuos de una especie se reprodujeran con éxito crecería su población de manera exponencial, entrando en conflicto con sus medios de subsistencia. En algunos aspectos, dicha tesis ya había sido anticipada por Condorcet, aunque dicho autor las planteaba desde una perspectiva optimista y afirmando la posibilidad del progreso, mientras que Malthus la preconizaba sosteniendo una posición proclive al egoísmo de las clases sociales acomodadas.
Para Malthus, la curva exponencial de crecimiento de la población es un resultado de la evolución de la fecundidad espoleada por el desarrollo económico y por el instinto sexual. En cambio, los medios de subsistencia están sometidos a rendimientos decrecientes debidos a la presión demográfica. Esta descompensación entre población y medios de subsistencia es, según Malthus, la causante de la pobreza y de la miseria. Por ello, formula una teoría acerca de la regulación de las poblaciones que sustituya las fuerzas correctoras de su crecimiento, propias de las catástrofes naturales (o de las guerras), por un control consciente de la natalidad orientado a prevenir los males que se derivarían de un crecimiento incontrolado de la población: hambre, guerras, crecimiento de la pobreza, pillajes, etc. La limitación de los nacimientos debe considerarse como preventivo de estos males que, de todos modos, acabarían actuando traumáticamente como obstáculos o correctivos del crecimiento de la población.
Malthus, pensador de tendencia conservadora, no considera que la miseria o la pobreza se puedan deber a la organización social o política de la sociedad, sino que piensa que proceden de la tendencia desmesurada a la reproducción, más acentuada en las clases sociales populares. Para controlar la natalidad no admite prácticas viciosas o contra natura, por ello combate el uso de anticonceptivos (que más tarde, no obstante, serán propugnados por los neomalthusianos), y propugna un control de la natalidad basado en la castidad y en el retraso de la edad del matrimonio. Además, se pronuncia claramente contra la caridad estatal y contra toda ayuda a los pobres, ya que considera que tiene efectos negativos al favorecer la pervivencia de la miseria. No obstante su liberalismo, Malthus es favorable a un intervencionismo estatal para el favorecimiento de la agricultura. Por ello Malthus tuvo, por una parte, una gran influencia en el pensamiento reaccionario (al considerar la miseria como fruto de los lascivos instintos de las clases populares y no como fruto de una injusta organización social) pero, por otra parte, al considerar la especie humana como especie animal, sometida a las mismas restricciones por lo que se refiere a las relaciones entre procreación y capacidad de supervivencia, influyó directamente en planteamientos abstractos de la economía y en la biología darwiniana.
El malthusianismo fue combatido por los pensadores socialistas del siglo XIX (Marx, Proudhon, Fourier...), que insistían más bien en considerar que las causas de la miseria se derivan de la organización social y del reparto de la riqueza propios de una sociedad profundamente injusta.
En nuestra época, cuando se han vuelto a considerar los problemas demográficos, especialmente del tercer mundo, y las consecuencias de un desarrollo incontrolado de las sociedades industrializadas, se ha desarrollado un neomalthusianismo, entendido como adaptación de los principios de Malthus a los principios naturalistas y ecologistas, y se han propugnado medidas económicas, políticas e ideológicas para controlar tanto el crecimiento demográfico como el crecimiento industrial, con el fin de reducir este crecimiento hasta hacerlo compatible con los cálculos científicos acerca de las capacidades de la tierra para proporcionar medios de consumo a la población humana, garantizar la eliminación de los residuos industriales y los contaminantes, y asegurar la reproducción según principios ecológicos. Actualmente, el Club de Roma, fundado en 1968 por Aurelio Peccei, es el principal exponente de estas tesis, y ha encargado diversos informes, como el conocido Límites del crecimiento, elaborado por un grupo de investigadores dirigidos por Dennis Meadows, y que proponía la doctrina del crecimiento cero de la población, de gran influencia sobre numerosos colectivos ecologistas.
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