Doctrina transformista y evolucionista elaborada por Lamarck en su Filosofía zoológica (1809) para explicar el origen y evolución (transformismo) de los seres vivos.
Siguiendo las tesis generalmente aceptadas en su época, Lamarck sustenta la generación espontánea, aplicable en los organismos más rudimentarios. No obstante, la mayoría de los seres vivos procede de un lento proceso evolutivo y se transforma, dando lugar a la aparición de nuevas especies a través de la herencia de hábitos y caracteres adquiridos por las distintas especies, en respuesta a las necesidades originadas por cambios en el medio ambiente. Esta tesis de la evolución a partir de caracteres adquiridos y transmisibles hereditariamente es la tesis fundamental del lamarckismo, aunque tenía precedentes (el más antiguo y puramente especulativo en la obra de Anaximandro y, el más reciente, en la obra de Buffon). Dicha tesis sustentaba, sin base empírica, que los distintos organismos se modifican mediante una respuesta adaptativa a las exigencias del medio (ley del «uso y desuso de los órganos»), y partía del supuesto (posteriormente desmentido) de la heredabilidad de dichas adaptaciones. Estas dos tesis son conocidas como leyes de la adaptación funcional y, según ellas, la necesidad crea el órgano, el uso lo refuerza y el desuso provoca su atrofia y paulatina desaparición. Mediante el desarrollo de dichas adaptaciones transmitidas hereditariamente se producen pasos casi imperceptibles de una especie a otra, originando una evolución continua, cuyo origen principal se halla en cambios en el medio ambiente, en las condiciones climáticas, de alimentación, etc., que van transformando paulatinamente los caracteres de talla, forma, color, actividad y agilidad de los seres vivos, engendrando órganos nuevos y haciendo desaparecer los que se van atrofiando. Los cambios en el medio provocan nuevas necesidades, de forma que los animales adquieren nuevos hábitos que, a su vez, provocan cambios en sus actos y cambios en los órganos.
Algunos clásicos ejemplos propuestos por Lamarck para ilustrar su teoría son los que hacen referencia a la evolución de las jirafas, la aparición de las extremidades palmeadas en las aves acuáticas o la pérdida de las extremidades en los reptiles. Así, la jirafa, viéndose obligada a comer hojas de unos árboles que debido a cambios climáticos se han ido haciendo paulatinamente más y más altos, se esfuerza para alcanzarlas y va alargando progresivamente su cuello y sus patas delanteras. A su vez, el fruto de este esfuerzo -que es un carácter adquirido por cada uno de los animales- se transmite hereditariamente a su descendencia. De igual manera, las aves que buscan alimento en las aguas adoptan el hábito de separar los dedos de sus extremidades inferiores para nadar, lo que provoca en la piel el hábito de distenderse de forma que, generación tras generación, esta dilatación de la piel interdactilar se va transmitiendo hereditariamente y origina las palmas de sus extremidades.
Los supuestos del lamarckismo son una proyección de algunos supuestos propios de la Ilustración, tales como el mecanicismo y la idea de progreso, pero extendidos a la organización de los seres vivos. En este sentido, puede considerarse como una filosofía de la naturaleza cuyo principal valor radica en la orientación de la ciencia biológica hacia concepciones evolucionistas contrapuestas a las tesis fijistas dominantes en la biología de su época. Además de extrapolar a los seres vivos los mencionados supuestos ilustrados, el transformismo de Lamarck también procedía, en parte, de la tesis de la unidad de la vida sustentada por Buffon (1707-1778); de la concepción sustentada por Diderot, según la cual los órganos biológicos y las necesidades están en relación dialéctica y de la idea de medio, que Lamarck tomó de Buffon, el cual, a su vez, la había tomado de Newton. Como teoría de la unidad de la vida influyó sobre la filosofía alemana de la naturaleza (naturphilosophie).
Actualmente se considera, en general, que la teoría evolutiva de Lamarck, aparte de su valor como primer esbozo de una concepción evolucionista seria en biología, es errónea, ya que no se da el caso de la herencia de los caracteres adquiridos. No porque un ser vivo adquiera determinados hábitos o peculiaridades físicas, las adquiere su descendencia. Esta objeción se basa en la distinción entre soma y germen, es decir, entre el cuerpo que crece y vive y las células reproductoras, a las que ninguna transformación del soma puede afectar. Dicha objeción fue propuesta por el biólogo alemán Weissmann (1830-1914), y el posterior desarrollo de la genética y el descubrimiento de las mutaciones contribuyeron al descrédito del lamarckismo, puesto que no hay ninguna evidencia de que los caracteres adquiridos por un individuo puedan alterar la estructura del ADN, es decir, de la información genética que puede transmitir. En su lugar, en cambio, la comunidad científica acepta más bien la teoría evolutiva inspirada por Darwin, junto con las aportaciones de la moderna genética (la llamada teoría sintética de la evolución), y se acepta que la evolución de las especies deriva de mutaciones genéticas originadas al azar y seleccionadas por las necesidades impuestas por el medio, o selección natural. De esta manera, ni es la función la que crea el órgano, como sustentaba Lamarck, ni tiene por qué aceptarse ninguna concepción teleológica de la evolución. No obstante, algunas dificultades del darwinismo orientaron a algunos biólogos hacia una cierta revitalización del lamarckismo conocida como neolamarckismo.
Bibliografía sobre evolucionismo
Relaciones geográficas