La condición carnal del hombre ha sido percibida como una inferioridad y hasta un mal . Sin embargo, este pensamiento depende solo muy indirectamente de la Biblia . Ésta, en efecto, no considera nunca a la carne como intrínsecamente mala; su juicio se inspira en la revelación : la carne fue creada por Dios, asumida por el Hijo de Dios y transfigurada por el Espíritu. Para el Nuevo Testamento como para el Antiguo Testamento, el hombre es carne, no en el sentido de que está compuesto de materia animada por una forma, sino en el sentido de que se expresa a través de esta carne que es su cuerpo, lo que caracteriza a la persona humana en su condición terrena. Con Pablo este sentido deja de ser único y pasa a designar la condición pecadora del hombre. Así como para algunos griegos el cuerpo es la prisión del alma , de la que hay que tratar de evadirse, Pablo usará el binomio carne-espíritu. Es una oposición que corresponde sólo en apariencia a la que ponen los griegos entre alma y cuerpo, entre pureza e impureza. Se inspira directamente en la oposición semítica entre terrenal y celestial. Sin embargo, el pecado fue vencido por Cristo y el cristiano, recobrando su auténtica condición de criatura, no confía en la carne sino en la fuente del Espíritu de vida.