Expresión con la que Leibniz se refiere a un lenguaje universal, basado sobre todo en el simbolismo y reglas combinatorias, que representaría el «verdadero alfabeto del pensamiento humano» -quizás las ideas innatas-, y con el que sería factible razonar y mostrar todas las posibles relaciones de los conceptos entre sí. La utilidad de este lenguaje, además de su universalidad, radicaría en la posibilidad de eliminar las controversias en ciencia, filosofía y religión: razonar no sería más que calcular. Una de las fuentes de Leibniz en esta cuestión es el Ars Magna, de Ramon Llull, obra a la que, a los 20 años, dedicó un estudio crítico: Dissertatio de arte combinatoria (1666); posteriormente publicó Elementa characteristicae universalis (1678). En una obra reciente, Umberto Eco ha estudiado los diversos intentos utópicos de búsqueda de una «lengua perfecta» en las diversas culturas y a lo largo de la historia (ver cita).