En el Nuevo Testamento sólo se menciona la ascensión de Cristo como acontecimiento visible en Lc 24, 50-53 y Hch 1, 9ss.; también se alude a ella brevemente en la conclusión canónica de Mc 16,19. Hay amplia concordancia en admitir que ha sido el propio Lc quien ha configurado las líneas esenciales de ambas escenas. El silencio de los restantes escritos del NT sobre un suceso visible tan impresionante sólo puede entenderse si no formó parte del contenido más antiguo de las tradiciones jesuanas. Debe ser entendida como ilustración del reconocimiento cristológico, no como descripción de un suceso acontecido en el curso de la historia. La ascensión de Cristo pretende dar a entender que el Jesús crucificado y resucitado está definitivamente junto a Dios Padre, mas no deja de estar presente de una manera nueva (a través del Espíritu) en la Iglesia y en el mundo. Con esta nueva presencia, ha iniciado al mismo tiempo su parusía.