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(del griego πρόβλημα, próblema, lo puesto delante, del verbo proballo, poner delante, presentar) Dificultad, tanto teórica como práctica, que alguien se propone, o debe, resolver. El sujeto que se plantea un problema puede ser también la sociedad o la humanidad entera: «el problema de los residuos nucleares» o «el problema de la capa de ozono». Cuando la dificultad es de orden práctico se denomina tarea. En la práctica de las ciencias, sean las formales o sean las de la naturaleza o las ciencias del espíritu, la resolución de problemas requiere el recurso a un procedimiento más o menos formal denominado cálculo o método. La dificultad, en cambio, que no requiere un procedimiento formal de resolución se llama cuestión o pregunta. A los problemas filosóficos les incumbe una doble característica:


1) se refieren a cuestiones «vitales», tanto prácticas como teóricas, y

2) proponen respuestas que no sólo no pueden considerarse definitivas, sino que incluso replantean, o ponen en discusión, los términos en que se ha propuesto el mismo problema (ver ejemplo).


Aunque las preguntas que se plantean los problemas filosóficos sean del tipo que suele llamarse de «preguntas abiertas» no quiere decir que sean preguntas carentes de sentido. Un problema o una pregunta carece de sentido, o no es significativa, si no va orientada a obtener una respuesta, existente o meramente posible, que a su vez tenga sentido. A poner de relieve esta circunstancia fundamental se orientan principalmente las críticas que autores de diversas corrientes de la filosofía analítica dirigen contra el planteamiento de determinados problemas, cuestiones y preguntas. En general, un problema tiene sentido cuando plantea una cuestión a la que es lógicamente posible darle respuesta (ver texto ); los problemas insolubles, por estar mal planteados, carecen de sentido. Algunos problemas considerados «profundos» son, para esta corriente filosófica, simplemente problemas mal planteados y, por lo mismo, carentes de sentido (ver texto ). Entre estos problemas considerados profundos se enumeran, sobre todo, los siguientes:«¿Por qué existimos?», «¿Por qué existe el mundo», «Por qué existe algo y no más bien nada?, etc.». Se sostiene -sobre todo dentro de la corriente de filosofía analítica o aledaños- que dichos problemas carecen de sentido sea porque se trata más bien de quejas y lamentaciones personales, sea porque, si se pregunta por el «universo» o el «todo», sin restricción alguna, no se puede suponer al mismo tiempo, sin faltar a la lógica, que haya algo fuera del todo que sea la explicación del mismo. Se les considera también «misterios» o preguntas teológicas.


Otras maneras de hacer filosofía sostienen que estos problemas profundos son precisamente los más propios de la filosofía (ver texto ). Las tres preguntas clásicas de Kant: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer ? y ¿Qué puedo esperar? (ver texto ), pueden considerarse una de las formulaciones más paradigmáticas de los problemas propios de la filosofía; a ellas añade, en la Lógica, una cuarta pregunta: ¿Qué es el hombre? (ver texto ).