Filósofo francés, nacido en Reims, en 1929. Ha sido profesor de sociología y teoría de la comunicación de masas en la universidad de Nanterre (París).
Es uno de los pensadores franceses más provocativos y estimulantes de nuestra época que, a partir de una sociología especulativa o filosófica, se pregunta desde diversos ángulos y perspectivas por el sentido, o mejor aún por el sin-sentido, de nuestra sociedad contemporánea. Pone en cuestión todos los parámetros teóricos o categorías mentales desde las que se analiza la sociedad y, por tanto, también el papel que juega el intelectual en nuestros días. No pretende ser «crítico» ni hacer «crítica» de nada, puesto que resulta un ejercicio inútil en sí mismo.
En sus primeras obras, donde analiza la llamada sociedad de consumo desde la perspectiva clásica de la economía política, ya invierte o, mejor, subvierte (porque lo suyo siempre constituye una provocación subversiva) las categorías de los análisis marxistas o freudo-marxistas al respecto. En dicha sociedad no hay tanto producción de objetos-mercancías, como producción de signos que no remiten a nada concreto. Por tanto no hay referencia ni sentido real de las cosas, puesto que vivimos en una hiperrealidad constante, como en un exceso o plus de sentido. Y si no hay realidad no podemos seguir hablando ni de valor de uso, ni de valor de cambio (el cambio es simbólico), ni de necesidades, ni de lo político, ni de lo social.
Acabada la lógica de lo real, entramos de lleno en nuevas categorías como el «simulacro» (pura apariencia no-real) o la «simulación» o, mejor aún, la nueva lógica (ilógica) de la «seducción» que es reversible como un ciclo, no es acumulativa ni lineal, sino oblicua y transversal. La seducción funciona como un «agujero negro» que engulle todo sentido, toda verdad, toda teoría, toda ideología, toda referencia, toda pretendida realidad, toda coherencia en el ámbito de la discursividad lógica del mundo.
Como el fenómeno de las «masas» (mayorías silenciosas), pues su silencio no es apático sino entrópico, implosivo, como el silencio del los objetos y, por tanto, no tienen nada que ocultar. O bien, otra metáfora: el «cáncer» como la enfermedad que simboliza a nuestras sociedades: degeneración por proliferación, muerte por exceso, por saturación, por multiplicación enloquecida de signos y sentidos.
En las últimas obras, Baudrillard opone las estrategias banales a las estrategias fatales, intentando el paso de una subjetividad (interpretación del objeto desde el sujeto) hacia una especie de objetividad radical: el objeto no es descifrable, ni tiene finalidad alguna puesto que se constituye como pura fatalidad, como estrategia superficial sin sentido (más allá del sujeto y su voluntad). Ello supone la recuperación de una cierta indiferencia irónica del objeto como forma regresiva del tiempo y de la historia.
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