Sartre: el cuerpo, forma contingente de la necesidad de mi contingencia.

Extractos de obras

En este sentido, podría definirse el cuerpo como la forma contingente que la necesidad de mi contingencia toma. No es otra cosa que el para-sí; no es un en-sí en el para-sí, pues entonces fijaría todo. Sino que es el hecho de que el para-sí no es su propio fundamento, en tanto que ese hecho se traduce por la necesidad de existir como ser contingente comprometido en medio de los seres contingentes. En tanto que tal, el cuerpo no se distingue de la situación del para-sí, puesto que, para el para-sí, existir o situarse son una sola y misma cosa; y se identifica, por otra parte, con el mundo íntegro, en tanto que el mundo es la situación total del para-sí y la medida de su existencia. Pero una situación no es un puro dato contingente: muy por el contrario, no se revela sino en la medida en que el para-sí la trasciende hacia sí mismo. Por consiguiente, el cuerpo-para-sí no es nunca un dato que yo pueda conocer: es ahí doquiera, como lo trascendido; no existe sino en tanto que le escapo nihilizándome; es lo que nihilizo. Es el en-sí trascendido por el para-sí que nihiliza y recaptura al para-sí en ese mismo trascender. Es el hecho de que soy mi propia motivación sin ser mi propio fundamento; el hecho de que no soy nada sin tener-de-ser lo que soy y, empero, en tanto que tengo-de-ser lo que soy, soy sin tener-de-serlo. En cierto sentido, pues, el cuerpo es una característica necesaria del para-sí: no es verdad que sea el producto de una decisión arbitraria de un demiurgo, ni que la unión del alma y del cuerpo sea el acercamiento contingente de dos sustancias radicalmente distintas; sino, al contrario, de la naturaleza misma del para-sí deriva necesariamente que el para-sí sea cuerpo, es decir, que su escaparse nihilizador al ser se haga en la forma de un comprometimiento en el mundo. Empero, en otro sentido, el cuerpo manifiesta mi contingencia, e inclusive no es sino esta contingencia: los racionalistas cartesianos tenían razón cuando se asombraban ante esta característica; en efecto, el cuerpo representa la individuación de mi comprometimiento en el mundo. Y tampoco erraba Platón cuando daba el cuerpo como lo que individualiza al alma. Sólo que seria vano suponer que el alma pueda arrancarse a esta individuación separándose del cuerpo por la muerte o por el pensamiento puro, pues el alma es el cuerpo en tanto que el para-sí es su propia individuación.

El ser y la nada, Losada, Buenos Aires 1976, 4ª ed., traducción de Juan Valmar, Cap. II, p. 393-394.

Ver:

El cuerpo propio no es una cosa. (El ser y la nada, ed. cit. p.386-387)

El cuerpo, punto de vista sobre el que no puedo tener punto de vista. (El ser y la nada, ed. cit. p. 416-417.)