Nuestro problema es ahora el siguiente ¿cómo adquiere el pasado puro una existencia psicológica?, ¿cómo se llega a actualizar ese virtual puro? Pues bien, del presente surge una invocación según las exigencias o necesidades de la situación presente. Damos el «salto» y nos instalamos no sólo en el elemento del pasado en general, sino también en tal o cual región, es decir, en tal o cual nivel que, en una especie de Reminiscencia, suponemos que corresponden a nuestras necesidades actuales. Cada nivel, en efecto, comprende la totalidad de nuestro pasado, aunque en un estado más o menos contraído. Y Bergson añade: también hay recuerdos dominantes, como puntos notables, variables de un nivel a otro. Una palabra inglesa, por ejemplo, ha sido pronunciada ante mí. No es lo mismo, en virtud de la situación, tener que preguntarme cuál puede ser la lengua en general de la que esta palabra forma parte, que quién me ha dicho anteriormente esta palabra u otra semejante. Según el caso doy un salto a una u otra región del pasado, me instalo en uno u otro nivel, solicito una u otra dominante. Sucede que fracaso. Al buscar un recuerdo me instalo en un nivel demasiado contraído, demasiado estrecho para dicho recuerdo, o, por el contrario, demasiado amplio y dilatado. Habrá que rehacerlo todo de nuevo para encontrar el salto justo. Queremos insistir en esto: este análisis, que parece tener tanta finura psicológica, tiene realmente un sentido muy distinto Se refiere a nuestra afinidad con el ser a nuestra relación con el Ser y a la variedad de esta relación. La conciencia psicológica todavía no ha nacido, sino que va a nacer. Y nacerá precisamente porque encuentra aquí sus condiciones propiamente ontológicas.
[...] En primer lugar no debemos confundir la invocación al recuerdo y la «evocación de la imagen». La invocación al recuerdo es ese salto súbito por el que me instalo en lo virtual, en el pasado, en una determinada región del pasado, en tal o cual nivel de contracción. Creemos que esta invocación expresa la dimensión propiamente ontológica del hombre o, más bien, de la memoria: «Pero nuestro recuerdo permanece todavía en estado virtual...». Cuando hablamos, por el contrario, de evocación o de reviviscencia de la imagen, se trata de otra cosa completamente diferente. Cuando ya nos hemos instalado en ese nivel en el que yacen los recuerdos, entonces y sólo entonces tienden éstos a actualizarse. Bajo la invocación del presente ya no tienen la ineficacia, la impasibilidad que los caracterizaba como recuerdos puros: se convierten en imágenes-recuerdos capaces de ser «evocados». Se actualizan o se encarnan. Esta actualización tiene toda suerte de aspectos, de etapas y de grados distintos; pero a través de estas etapas y estos grados constituye ella (y sólo ella) la conciencia psicológica. De cualquier forma la revolución bergsoniana es clara: no vamos del presente al pasado, de la percepción al recuerdo, sino del pasado al presente, del recuerdo a la percepción.
El Bergsonismo, Cátedra (colección Teorema), Madrid 1987, p.62-64. |