Expresión que aplica Kant al conjunto de conocimientos que, por un lado, son a priori, esto es, independientes de la experiencia y, por otro, se refieren a la experiencia, no siendo meramente explicativos (de las palabras), sino extensivos (del conocimiento; ver texto). Kant adopta, en principio la división de los juicios, o enunciados, según las dos clases establecidas por aquella época: relaciones de ideas y cuestiones de hecho (Hume), y verdades de razón y verdades de hecho (Leibniz). Llama a unas juicios analíticos y a las otras, juicios sintéticos. Las juicios analíticos son aquellos en los que el predicado pertenece al sujeto, o está incluido en él, y cuya verdad puede establecerse con independencia de la experiencia, por simple análisis de sus términos (a priori ); comunican por lo mismo un conocimiento universal y necesario. Su fundamento es el principio de identidad; por esto se dice que su negación es imposible. Los juicios sintéticos son enunciados cuyo predicado no pertenece al sujeto, y por lo mismo no está incluido en él, y cuya verdad, o el hecho de que el predicado se relacione con el sujeto, depende de lo que sucede en la realidad (a posteriori), no del significado de los términos; por lo mismo, constituyen enunciados llamados contingentes, que no son ni universales ni necesariamente verdaderos y su negación es conceptualmente posible. Los analíticos, por ser a priori, son universales y necesarios, pero no amplían nuestro conocimiento, son meramente explicativos; los sintéticos, por ser a posteriori, son extensivos, amplían el conocimiento, pero no son ni universales ni necesarios. De aquí deduce Kant que la ciencia debe fundarse en una clase intermedia de juicios: los «juicios sintéticos a priori», que son necesarios y universales y a la vez amplían el conocimiento, por ser enunciados sobre la experiencia. No haber supuesto esta tercera clase de juicios llevó a Hume -según Kant- a su escepticismo respecto de la ciencia newtoniana. Las leyes de la física, según Hume, no podían ser más que enunciados sintéticos (cuestiones de hechos), basados en el principio de causalidad, de tan precaria fundamentación racional, a su entender. Para Kant, enunciados como «Todo suceso tiene su causa», verdadero fundamento de toda la ciencia natural, no es ni un enunciado meramente de razón, como puede ser, por ejemplo «Todo efecto tiene su causa», fundado en la noción de «efecto», ni es meramente una generalización inductiva hecha por la costumbre, como puede ser, por ejemplo, «Todos los metales se dilatan por el calor»; en la noción de «suceso» no está incluida la noción de «causa», y si resulta extraño referirse a un suceso que no esté causado, la razón es que necesitamos entender los sucesos como referibles a una causa, del mismo modo que necesitamos referirlos a una sustancia, o a un tiempo y un espacio determinados. La explicación es que tales juicios sólo son posibles porque se componen de intuiciones a priori, o de conceptos a priori.Lo que mediante ellos sabemos de la experienciaes, justamente, qué hace posible a priori la experiencia.
Los «juicios sintéticos a priori» son, según Kant, necesarios en las ciencias, pero imposibles en la metafísica.