La defensa de la cosmología copernicana que Galileo lleva a cabo sobre todo con la publicación de sus observaciones astronómicas y sus descubrimientos con el telescopio (ver lista) en Mensajero celestial,o Mensaje celestial (1610), con los argumentos expuestos en Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo (1632) a favor del movimiento diurno de la Tierra (jornada segunda) y a favor de su traslación en torno al Sol (jornada tercera), y con la fundación de la mecánica con sus leyes sobre el movimiento, publicadas en Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias (1638). El conjunto de la obra de Galileo, sin ser equivalente a una verdadera confirmación empírica de la hipótesis copernicana, tiene el valor de contribuir enormemente a su difusión y a la destrucción definitiva de la imagen aristotélica del mundo y de los prejuicios sobre cómo había de ser el movimiento de los cuerpos en una tierra también en movimiento. El principio de que «todo cuerpo que se mueve dentro de un sistema en movimiento no permite establecer si el sistema está en reposo o movimiento» elimina definitivamente el argumento aristotélico, y también del sentido común, de que la Tierra está quieta porque lo parece y por las alteraciones visibles que sufrirían los cuerpos en movimiento o en caída, en caso de que se moviera.
La verdadera confirmación de la cosmología copernicana proviene de la síntesis definitiva de Newton, que, con su sistema del mundo, unifica el movimiento de los cuerpos terrestres (leyes de Galileo) y el de los cuerpos celestes en sus órbitas elípticas (leyes de Kepler).
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