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La Sagrada Escritura entiende por visión de Dios la total plenitud de la criatura personal; más en concreto, la contemplación de Dios inmediata y perfecta según la capacidad de la criatura. Esta visión la concede Dios gratuitamente y la ha prometido a los puros de corazón. En el Antiguo Testamento, la visión es una forma específica de la recepción de revelaciones proféticas. Sin embargo, la visión de Dios y de Cristo se opone a la fe en el Nuevo Testamento, pero como un cumplimiento de aquello a lo que ésta tendía o en lo que ella se desvanece. La Escritura no se refiere exclusivamente al conocimiento espiritual, sino sobre todo a la experiencia de la cercanía de Dios que va acompañada de una inclusión en la doxa divina, inclusión fundada en nuestra posesión del Pneuma y en nuestra conformación con Cristo.