Después del prefacio, el primer capítulo de Les mots et les choses se inicia con un meticuloso y bello análisis de las Meninas que hoy ha llegado a ser célebre. Este pasaje es en cierto modo un emblema del conjunto del libro, una figuración de su leitmotiv. Este cuadro, situado en la plenitud de la época clásica, exhibe los límites de la episteme que le corresponde a ese período, y muestra en negativo la peculiaridad fundamental de la episteme posterior, en la que va a surgir el hombre como objeto de saber.
En efecto, en Las Meninas, el sujeto -en este caso el pintor, Velázquez- sólo puede aparecer como un objeto de representación, no lo vemos ejerciendo la función de sujeto, productor de representaciones, -en el caso de que se pusiera a pintar en el lienzo que tiene delante, se volvería invisible para nosotros-. Junto al pintor, hay otros personajes que ejercen la función de sujeto, pues en torno a ellos se organiza toda la escena del cuadro; son los reyes. Sin embargo, éstos sólo aparecen pálidamente representados en el espejo del fondo. Como en el caso del pintor, los reyes sólo pueden aparecer como simples objetos de representación.
Esta imposibilidad de representar al sujeto como subjetividad constituyente, productora de las representaciones señala el límite esencial de la episteme clásica; en ella el hombre no puede figurar simultáneamente como fuente y como objeto de representaciones, de conocimiento; o se muestra ante la vista como una representación más (Velázquez presentado a la vista de los reyes que ocupan a su vez el lugar virtual del espectador, fuera del cuadro; las figuras de los soberanos, reflejadas en el espejo), o se hace invisible y es entonces el origen de toda representación (Velázquez en el acto de pintar, los monarcas en el acto de contemplar; todos ausentes del cuadro).
Lo peculiar de la episteme moderna, surgida de las transformaciones discursivas que acontecen entre 1775 y 1825, es la aparición del hombre como objeto de conocimiento (entidad empírica) y a la vez como fuente de todo conocer (sujeto trascendental). Esta novedad queda definida en ausencia por las imposibilidades epistémicas de la época clásica bien exhibidas en el cuadro de Velázquez.
Foucault. La historia como crítica de la razón, Montesinos, Barcelona 1995, p. 74-75. |