Propongo que se considere la cuestión «¿Pueden pensar las máquinas?» La discusión debería comenzar por las definiciones sobre el significado de los términos «máquina» y «pensar». Cabría construir tales definiciones de modo que reflejasen en lo posible el uso normal de las palabras, pero esta actitud es peligrosa. Si se ha de encontrar el significado de las palabras «máquina» y «pensar» examinando cómo se las usa habitualmente, es difícil escapar a la conclusión de que el significado y la respuesta a la pregunta «¿Pueden pensar las máquinas?», han de buscarse mediante una investigación estadística, como las encuestas Gallup. Pero esto es absurdo. En lugar de buscar una definición de ese tipo, reemplazaré la pregunta por otra que está muy relacionada con ella mediante palabras relativamente inequívocas.
La nueva forma del problema se puede describir en términos de un juego que llamaremos el «juego de imitación». Intervienen en él tres personas, un hombre (A), una mujer (B) y un interrogador (C) que puede ser de cualquier sexo. El interrogador se coloca en una habitación, separado de los otros dos. El objeto del juego para el interrogador consiste en determinar cuál de los otros dos es el hombre y cuál la mujer. Se refiere a ellos con las letras X e Y, y a final del juego, o bien dirá «X es A e Y es B» o bien «X es B e Y es A». El interrogador puede formular a A y B preguntas como ésta:
C: ¿Podría X decirme la longitud de su pelo?
Supongamos que, de hecho, X es A; entonces deber ser A quien conteste. La misión de A en el juego consiste en trata de conseguir que C se equivoque al realizar la identificación. Su respuesta por lo tanto podría ser:
«Mi pelo está escalonado y los más largos miden unos 23 cm».
Para evitar que el tono de la voz ayude al interrogador, las respuestas deberían darse por escrito, o mejor aún, mecanografiadas. La situación ideal es cuando se dispone de un teletipo que comunique las dos habitaciones. Otra alternativa es que las preguntas y las respuestas sean repetidas por un intermediario. El objeto del juego para el tercer jugador (B) es ayudar al interrogador. Su mejor estrategia consistirá, probablemente, en dar respuestas verdaderas. Puede añadir a sus respuestas cosas tales como «Yo soy la mujer, ¡no le haga caso!», pero sin garantía de seguridad, puesto que el hombre puede hacer observaciones similares.
Ahora preguntamos, «¿Qué ocurrirá cuando una máquina realice el papel de A en este juego?» ¿Se equivocará el interrogador, cuando el juego se haga así, con la misma frecuencia que cuando se realiza entre un hombre y una mujer? Estas preguntas reemplazan a la original, «¿Pueden pensar las máquinas?»
¿Puede pensar una máquina?, trad. de Computing Machinery and Intelligence, («Mind», 59 n. 236 [1950]), en Teorema, Valencia 1974, p. 11-12. |