Sartre: el origen de la nada

Extractos de obras

Si la nada no puede ser concebida ni fuera del Ser ni a partir del Ser, y si, por otro lado, siendo no-ser, no puede encontrar en sí la fuerza necesaria para «nihilizarse», ¿de dónde viene la nada?

Si se quiere ceñir el problema, hay que reconocer primero que no podemos conceder a la nada la propiedad de «nihilizarse», ya que, aunque el verbo «nihilizarse» haya sido concebido para quitarle a la nada hasta el menos asomo de ser, hay que confesar que sólo el Ser puede nihilizarse, pues, como quiera que sea, para nihilizarse hay que ser. Ahora bien, la nada no es. Si podemos hablar de ello es porque posee solamente una apariencia de ser, un ser prestado. Lo hemos anotado más arriba. La nada no es; la nada «es sido». La nada no se anula; la nada «es anulada». Debe existir un ser -que no podría ser el en sí- y que tiene la propiedad de anular la nada, de soportarla con su ser, de apuntalarla perpetuamente con su misma existencia, un ser por el que la nada llega a las cosas. ¿Pero cómo debe ser este Ser en relación con la nada para que por su intermedio la nada llegue a las cosas? Hay que observar primero que el ser proyectado no puede ser pasivo respecto de la nada, no puede recibirla; la nada no podría llegar a este ser sino por medio de otro Ser -lo que nos llevaría al infinito-. Pero, por otro lado, el Ser por el que la nada llega al mundo no puede producir la nada permaneciendo indiferente a esta producción, como la causa estoica que produce su efecto sin alterarse. Sería inconcebible que un ser que es plena positividad mantuviera y creara fuera de sí una nada de ser trascendente, puesto que no habría nada en el Ser por lo que el Ser pudiera superarse hacia el no-Ser. El Ser por el que la nada llega al mundo debe anular la nada en su Ser, y aun así correría el riesgo de establecer la nada como un trascendente en el corazón mismo de la inmanencia si no anulara la nada en su ser respecto de su ser. El Ser por el que la nada llega al mundo es un ser en el que, en su Ser, ya es cuestión de la nada de su Ser. El ser por el que la nada llega al mundo debe ser su propia nada. Y hay que entender por ello no un acto anulante, que requeriría a su vez un fundamento en el Ser, sino una característica ontológica del Ser requerido. Queda por saber en qué región delicada y exquisita del Ser encontraremos al Ser que es su propia nada.

Nos ayudará en nuestra investigación un examen más completo de la conducta que nos ha servido como punto de partida. Hay que volver al interrogante. Recordemos que hemos visto que toda pregunta supone, por esencia, la posibilidad de una respuesta negativa. Por la pregunta se interroga a un ser sobre su ser o sobre su manerade ser. Y esta manera de ser o este ser está velado, quedando siempre abierta una posibilidad de que se desvele como una nada. Pero por el hecho mismo de que se pretende que un existente pueda siempre desvelarse como nada, toda pregunta supone la realización de un paso atrás anulante respecto al dado que se convierte en una simple presentación, oscilando entre el Ser y la nada. Es importante que el que pregunta tenga la posibilidad permanente de desligarse de las series causales que constituyen el Ser y que sólo pueden producir ser. Si admitimos, en efecto, que la pregunta está determinada en el que pregunta por el determinismo universal, ésta cesará no solamente de ser inteligible, sino hasta concebible. Efectivamente, una causa real produce un efecto real y el ser encausado se halla por entero comprometido por la causa en la positividad. En la medida en que depende en su ser de la causa no podría haber en él el menor germen de nada, mientras que el que hace la pregunta, pudiendo operar con respecto al preguntado una especie de retroceso anulante, escapa al orden causal del mundo y se despega del Ser. Lo que significa que, por un doble movimiento de anulación, anula al preguntado respecto a sí mismo, situándolo en un estado neutro entre el ser y el no-ser, y se anula a sí mismo respecto al preguntado, arrancándose del ser para poder extraer de sí la posibilidad de un no-ser. Así, con la pregunta, es introducida en el mundo cierta dosis de «negalidad». Vemos a la nada irisando el mundo, tornasolando sobre las cosas. Pero al mismo tiempo la pregunta emana de un preguntador que se motiva a sí mismo en un ser como preguntante, despegando del ser. Es, pues, por definición, un proceso humano. El hombre se presenta entonces, por lo menos en este caso, como un ser que hace florecer la nada en el mundo, en tanto que se afecta a sí mismode no-ser para este fin.

[...]

El ser sólo puede engendrar al ser, y si el hombre se halla englobado en este proceso de generación, de él no saldrá más que ser. Si debe poder preguntar acerca de este proceso, o sea, ponerlo en tela de juicio, conviene que pueda tenerlo a la vista como un conjunto, es decir, ponerse a sí mismo fuera del ser y, al mismo tiempo, debilitar la estructura de ser del ser. Aun así, a la «realidad humana» no le es dado anular provisionalmente la masa de ser que está situada frente a ella. Lo que sí puede modificar es su relación con este ser. Para ella poner fuera de juego a un existente particular viene a ser ponerse fuera de juego a sí misma respecto de este existente. En este caso se escapa de él, está fuera de su alcance, no puede recibir su acción, se ha retirado allende una nada. A esta posibilidad que tiene la realidad humana de segregar una nada que la aísla, Descartes, siguiendo a los estoicos, le dio un nombre: es la libertad. Pero aquí la libertad no es más que una palabra. Si queremos penetrar a fondo en la cuestión no debemos darnos por satisfechos con esta respuesta y debemos preguntarnos ahora: ¿qué debe de ser la realidad humana si la nada tiene que advenir al mundo por ella?

El Ser y la nada, Losada, Buenos Aires 1976, traducción de Juan Valmar, p. 63-66.