Mi nueva vía hacia la afirmación. -La filosofía tal como la he entendido y vivido hasta ese momento, consiste en la investigación voluntaria de los aspectos, aún de los aborrecidos y despreciados, de la existencia. Por la larga experiencia que semejante peregrinación a través de los glaciares y desiertos me ha proporcionado, aprendí a mirar de otro modo todo lo que hasta ahora ha sido considerado la filosofía; poniéndose muy en claro para mí la secreta historia de la filosofía, la psicología de sus más ilustres representantes. «¿Cuánta verdad soporta un espíritu, hasta cuánta verdad se atreve?», esa fue para mí la pregunta clave para considerar los valores. El error es una cobardía... Toda conquista del conocimiento es consecuencia del valor, de la dureza consigo mismo, de la pureza para consigo mismo... Una filosofía experimental tal como yo la vivo, empieza por suprimir, a título de experimento, incluso la posibilidad misma del pesimismo absoluto, sin querer decir con esto que sedetenga en una negación, en un no, en una voluntad de negación. Más que esto, lo que quiere es penetrar hasta lo contrario, hasta una afirmación dionisíaca del universo tal como es, sin posibilidad alguna de sustracción, de excepción o de elección. Ella quiereel ciclo eterno: las mismas cosas, la misma lógica o el mismo ilogismo de los encadenamientos. Estado supremo que pueda alcanzar un filósofo: una actitud dionisíaca frente a la existencia; mi fórmula para ello es «amor fati».
Esto implica que los aspectos hasta ahora negados de la existencia se conciben no sólo como necesarios, sino como deseables; y deseables no sólo con respecto a los aspectos hasta ahora afirmados (de los que son el complemento o la condición), sino por ellos mismos, porque son los aspectos más poderosos, más fecundos, más verdaderos de la existencia, aquellos en los que se manifiesta mejor su voluntad.
Asimismo será preciso valorar más exactamente los aspectos que hasta ahora han sido los únicos afirmados de la existencia; comprender de dóndeprocede esa afirmación y cuán poco convincente es para una valoración dionisíaca de la existencia; yo he desenterrado y he comprendido la fuerza que pronuncia esa afirmación (el instinto de los que sufren, por una parte, el instinto de rebaño, por otra parte, y, en tercer lugar, el prejuicio de la mayoría contra las excepciones).
Descubrí así hasta qué punto una raza más vigorosa debería proyectar en un sentido totalmente distinto la idea que se hiciera de una humanidad superior y magnificada: debería concebir unos seres superiores, más allá del bien y del mal, más allá de aquellos valores que no pueden disimular su origen, pues proceden de la esfera del sufrimiento, del rebaño y de lo vulgar; yo he buscado en la Historia los primeros gérmenes de esa inversión del ideal (las nociones «paganismo», «clasicismo», «aristocracia», las encontré de nuevo y las reconstruí).
(Voluntad de Poder, libro II, Introducción, § 14.)
En torno a la voluntad de poder, Península, Barcelona 1973, p.162-164. |