De manera que si alguien se propone examinarse a sí mismo respecto a su noción de la pura sustancia en general, encontrará que no tiene acerca de ella ninguna otra idea, sino una mera suposición de no saber qué es el soporte de aquellas cualidades que son capaces de producir ideas simples en nosotros; cualidades que normalmente son llamadas accidentales. Si se pregunta a alguien cuál es el sujeto para el que el color o el peso son inherentes, no podrá responder sino que son las partes sólidas y extensas; y si se le pregunta qué es aquello a lo que la solidez y la extensión son inherentes, no estará en mejor situación que la del indio antes mencionado, que al decir que al mundo lo soportaba un gran elefante, le fue preguntado que en qué se apoyaba, a su vez, dicho elefante. A ello respondió que se apoyaba en una gran tortuga; pero como insistió en preguntarle sobre qué se apoyaba esta tortuga de esas espaldas tan grandes, respondió que era en algo que él no sabía. Lo mismo ocurre en el asunto del que nos estamos ocupando, que en todos los demás casos en los que se emplean palabras sin tener unas ideas claras y distintas; entonces hablamos como niños que, al ser preguntados qué es tal o cual cosa que desconocen, dan de inmediato esta respuesta satisfactoria: que es «algo», lo que en verdad no significa, cuando se emplea de esta manera bien por lo niños o por los hombres, sino que no saben qué cosa es, y aunque aquello sobre lo que dicen tener algún conocimiento y de lo que hablan, es algo de lo que no tienen ninguna idea distinta, de manera que están respecto a ello en una ignorancia total y en una oscuridad absoluta. Por tanto, la idea que tenemos y a la que damos el nombre de sustancia, como no es nada sino el supuesto soporte, pero desconocido, de aquellas cualidades que encontramos que existen, y de las que imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin nada que las soporte, denominamos a este soporte sustancia; la cual, según el verdadero sentido de la palabra, significa, en nuestro idioma, lo que está debajo o lo que soporta.
Ensayo sobre el entendimiento humano, l.2, cap. 23, n. 2 (Editora Nacional, Madrid 1980, vol.1, p. 434-435). |