El espacio y el tiempo son esas intuiciones que la matemática pura da como base de todos sus conocimientos y de los juicios que se ofrecen al mismo tiempo como apodícticos y necesarios, porque una matemática debe, en primer lugar, presentar todas sus nociones en intuición, y una matemática pura debe presentarlas en una intuición pura; es decir, construirlas, sin lo cual (ya que no puede proceder analíticamente o por descomposición de las nociones, sino sintéticamente), le es imposible dar un paso en tanto no tiene una intuición pura, en la única en que puede darse la materia de los juicios sintéticos a priori. La geometría tiene por base la intuición pura del espacio. La aritmética realiza sus nociones numéricas por una adición sucesiva de unidades en el tiempo. [...] Ahora bien; estas dos representaciones no son más que simples intuiciones, porque si hacemos abstracción de las intuiciones empíricas de los cuerpos y de sus cambios (movimientos), de todo lo que es empírico, de todo lo que pertenece a la sensación, quedan todavía el espacio y el tiempo, que son por consecuencia intuiciones puras que sirven de fundamento a priori a todo lo que precede, y de las que, por consecuencia, no se puede prescindir nunca, y que precisamente porque son intuiciones puras a priori prueban que son simples formas de nuestra sensibilidad, formas que deben preceder a toda intuición empírica; es decir, a la percepción de los objetos reales, y según las cuales los objetos pueden ser conocidos a priori, pero solamente, por supuesto, como se nos aparecen.
Prolegómenos a toda metafísica futura, §10 (Crítica de la razón pura. Prolegómenos a toda metafísica futura, El Ateneo, Buenos Aires 1950, p. 605-606). |