Husserl: las esencias y su conocimiento

Extractos de obras

§ 1. Conocimiento natural y experiencia

El conocimiento natural empieza con la experiencia y permanece dentro de la experiencia. Dentro de la actitud teórica

que llamamos natural, queda, pues, designado el horizonte entero de las indagaciones posibles con una sola palabra es el mundo. Las ciencias de esta actitud primitiva son, según esto, en conjunto, ciencias del mundo, y mientras son las exclusivamente dominantes coinciden los conceptos «ser verdadero», «ser real» y -como todo lo real se funde en la unidad del mundo- «ser en el mundo».

A toda ciencia corresponde un dominio de objetos como campo de sus investigaciones, y a todos sus conocimientos, es decir, en este caso proposiciones justas, corresponden como prístinas fuentes de fundamentación justificativa ciertas intuiciones en las que se dan en sí mismos, y al menos parcialmente en forma originaria, los objetos del dominio. La intuición en que se dan, la intuición de la primera esfera del conocimiento, la «natural», y de todas sus ciencias, es la experiencia natural, y la experiencia en que aquellos objetos se dan originariamente es la percepción, entendida la palabra en el sentido habitual. Darse originariamente algo real, «intuirlo» simplemente, «percibir» son una sola cosa. Experiencia originaria la tenemos de las cosas físicas en la percepción externa, pero ya no en el recuerdo o en la expectativa; experiencia originaria la tenemos de nosotros mismos y de nuestros estados de conciencia en la llamada percepción interna o autopercepción, pero no de los demás ni de sus vivencias en la «intrafección». Vemos los sentimientos de los demás sobre la base de la percepción de las manifestaciones corporales de los sentimientos. Este verles a los demás las vivencias propias de la intrafección es, sin duda, un acto de intuición, en que se da algo, pero ya no un acto en que se dé algo originariamente. Del prójimo y su vida psíquica se tiene, sin duda, conocimiento como «estando ahí él mismo» y estando ahí a una con su cuerpo, pero no como se tiene conciencia de este último, como algo que se da originariamente.

El mundo es el conjunto total de los objetos de la experiencia y del conocimiento empírico posible de los objetos que sobre la base de experiencias actuales son cognoscibles en un pensar teorético justo. No es éste el lugar de discutir cómo se presenta en detalle el método de la ciencia empírica, ni cómo se funda su derecho a rebasar el estrecho marco de lo dado directamente en la experiencia. Ciencias del mundo, o ciencias de la actitud natural, son todas las llamadas ciencias naturales en sentido estricto y lato, las ciencias de la naturaleza material, pero también las de los seres animados con su naturaleza psicofísica, o sea, también la fisiología, la psicología, etc. Igualmente pertenecen a este grupo todas las llamadas ciencias del espíritu: la historia, las ciencias culturales, las disciplinas sociológicas de toda índole, pudiéndose dejar abierta por el momento la cuestión de si se debe equipararlas a las naturales u oponerlas a ellas, de si ellas mismas deben pasar por ciencias naturales o por ciencias de un tipo esencialmente nuevo.

§ 2. El hecho. Inseparabilidad del hecho y la esencia

Las ciencias empíricas son ciencias de hechos. Los actos de conocimiento del experimentar que les sirven de fundamento sientan tanto lo real como lo individual, lo sientan como existente en el espacio y en el tiempo, como algo que existe en este punto del tiempo, tiene esta su duración y un contenido de realidad que por esencia hubiera podido existir igualmente bien en cualquier otro punto del tiempo; y también como algo que existe en este lugar, en esta forma física (o que se da conjuntamente con un cuerpo de esta forma), pudiendo la misma cosa real, considerada bajo el punto de vista de su esencia peculiar, existir igualmente bien en cualquier lugar, con cualquier forma, como asimismo alterarse, mientras que de hecho no se ha alterado, o alterarse de otra manera que aquella que se ha alterado de hecho. El ser individual de toda índole es, por decirlo en los términos más generales posibles, contingente. Es así, pero pudiera por esencia ser de otra manera. Aun cuando sean válidas determinadas leyes naturales, por virtud de las cuales, cuando son fácticas tales o cuales circunstancias reales, no pueden menos de ser fácticas tales o cuales determinadas consecuencias, tales leyes se limitan a expresar regulaciones fácticas, que de suyo pudieran sonar enteramente de otra manera y que ya presuponen, como inherente de antemano a la esencia de los objetos de la experiencia posible, que estos objetos regulados por ellas, considerados en sí mismos, son contingentes.

Pero en el sentido de esta contingencia, que equivale, pues, a facticidad, se encierra el estar correlativamente referida a una necesidad que no quiere decir la mera existencia fáctica de una regla válida de la coordinación de hechos espacio-temporales, sino el carácter de la necesidad esencial, y que por ende se refiere a una universalidad esencial. Cuando dijimos que todo hecho podría «bajo el punto de vista de su esencia peculiar» ser de otra manera, dimos ya expresión a la tesis de que al sentido de todo lo contingente es inherente tener precisamente una esencia y por tanto un eidos que hay que aprehender en su pureza, y este eidos se halla sujeto a verdades esenciales de diverso grado de universalidad. Un objeto individual no es meramente individual; un «eso que está allí», un objeto que sólo se da una vez, tiene, en cuanto constituido en sí mismo de tal o cual manera, su índole peculiar, su dosis de predicables esenciales, que necesitan convenirle (en cuanto «es tal como es en sí mismo») para que puedan convenirle otras determinaciones secundarias y relativas. Así, por ejemplo, tiene todo sonido en sí y por sí una esencia, y en la cima de la esencia universal sonido en general o más bien acústico en general -entendida puramente como el aspecto que la intuición puede destacar del sonido individual (aisladamente o mediante una comparación con otros sonidos como algo común»). Igualmente tiene toda cosa material su propia forma esencial y en la cima la forma universal acosa material en general» con una determinación temporal en general, una duración, una figura, una materialidad en general. Todo lo inherente a la esencia del individuo puede tenerlo otro individuo y los sumos universales esenciales, de la índole que hemos indicado en los ejemplos anteriores, acotan, «regiones» o «categorías» de individuos.

Ideas para una fenomenología pura y una fenomenología fenomenológica, en F.Canals, Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder, Barcelona 1990, p.186-189.