¿en qué consiste el ser?
¿Qué pasa con el ser? ¿Se lo puede ver? Vemos el ente: vemos esta tiza. Pero, ¿vemos el ser como los colores, la luz y la oscuridad ? ¿O acaso oímos, olemos, gustamos o tocamos el ser ? Oímos la motocicleta, su furia a través de la calle. Oímos a las gallinas silvestres, que planean por encima del oquedal. Sin embargo, en sentido propio, sólo oímos el estrépito del traqueteo de los motores; el ruido de las gallinas salvajes. [...] Tocamos terciopelo o seda: sin más los vemos como cosas que son de tal o cual manera. Una es tan entitativa como la otra. ¿En qué reside y en qué consiste el ser? [...]
Una pesada tormenta, que se cierne en la montaña, «es», o lo que significa lo mismo, «era», en la noche. ¿En qué consiste su ser?
Una lejana cadena de montañas, bajo un gran cielo... Tal cosa «es». ¿en qué consiste el ser? ¿Cuándo y a quién se le manifiesta ? ¿Al viajero, que goza del paisaje, o al labrador, que a partir de éste y en éste crea su trabajo diario, o al meteorólogo, que debe dar el boletín con el pronóstico del tiempo? ¿Quién de ellos capta el ser? Todos y ninguno. ¿O quizá lo que los citados hombres captan de la cadena de montañas bajo el vasto cielo sólo sean determinados aspectos del mismo, y no la cadena de montañas en sí misma y tal como «es», es decir, no capten aquello en lo cual consiste su ser, propiamente dicho ? ¿Quién de ellos lo captaría? ¿O es contradictorio, contra el sentido del ser, preguntar en general por lo que es en sí, por detrás de aquellos aspectos ? ¿Acaso el ser no se apoya en éstos ?
El portal de una antigua iglesia románica es ente. ¿Cómo y a quién se le revela el ser ? ¿Al conocedor del arte, que en una excursión la examina y fotografía, o al abad, que en las fiestas sale en procesión con los monjes a través del portal, o a los niños, que en los días de verano juegan bajo su sombra ? ¿Qué pasa con el ser de este ente?
Un Estado es. ¿En qué consiste su ser? [...] Pero, ¿dónde se encubre el ser ? Dicho en general, ¿se encubre en alguna parte?
Aquella pintura de van Gogh: un par de recios suecos y fuera de eso, nada. La imagen no representa, en verdad, nada. Sin embargo, uno está en seguida solo con lo que allí es, como si uno mismo, en la avanzada tarde otoñal, llegara cansado a la casa, desde el campo, con el pico en la mano, para instalarse junto a la llama de las últimas patatas que están en el fuego. ¿Qué es aquí lo que es? ¿La tela? ¿Los trazos del pincel? ¿Las manchas de color?
¿Qué es, en todo lo que acabamos de mencionar, el ser del ente? [...]
Sin embargo, todo lo que hemos citado es; no obstante, cuando queremos aprehender el ser, siempre ocurre como si asiésemos en el vacío. El ser por el que aquí preguntamos casi es tanto como la nada, mientras que querríamos resistirnos y precavernos contra la gravosa exigencia de tener que decir que todo lo que es, no es.
Pero el ser sigue siendo inhallable, casi tanto como la nada, o, en último término, exactamente como ella. Luego, la palabra «ser» es, en fin, vacía. No pensamos con ella en nada que fuera efectivo, captable, real. Su significación es la de un vapor irreal. A fin de cuentas, Nietzsche habría tenido toda la razón de su parte cuando denominó a un «concepto supremo», tal como el del «ser», «el último humo de la realidad evaporada» [...]. ¿Quién quisiera correr tras semejante vapor, cuyo significado verbal es el nombre de un gran error ? «De hecho, hasta ahora, nada ha tenido un poder de convicción más ingenuo que el error del ser...»
Introducción a la metafísica, Nova, Buenos Aires 1972, p. 71-72. |