El primer efecto de la elaboración onírica es la condensación, efecto que se nos muestra en el hecho de que el contenido manifiesto del sueño es más breve que el latente, constituyendo, por tanto, una especie de traducción abreviada del mismo. Esta condensación, que sólo falta en algunos, muy pocos, sueños, alcanza a veces una considerable intensidad. En cambio, no hallaremos nunca el caso contrario; esto es el de que el sueño manifiesto sea más extenso que el latente y posea un más rico contenido. La condensación se realiza por uno de los tres procedimientos siguientes: 1.º Determinados elementos latentes quedan simplemente eliminados 2.° El sueño manifiesto no recibe sino fragmentos de ciertos complejos del latente; 3.º Elementos latentes que poseen rasgos comunes aparecen fundidos en el sueño manifiesto
Si os parece mejor, podemos reservar el término condensación exclusivamente para este último procedimiento. Sus efectos son muy fáciles de demostrar. Rememorando vuestros propios sueños, encontraréis en seguida casos de condensación de varias personas en una sola. Una persona compuesta de este género tiene el aspecto de A, se halla vestida como B, hace algo que nos recuerda a C, y con todo esto sabemos que se trata de D. En esta formación mixta se halla naturalmente, acentuando un carácter o tributo común a las cuatro personas. De igual manera podemos formar un compuesto de varios objetos o lugares, siempre que los mismos posean uno o varios rasgos comunes que el sueño latente acentuara de un modo particular. Fórmase aquí algo como una noción nueva y efímera que tiene, como nódulo, al elemento común. De la superposición de las unidades fundidas en un todo compuesto resulta, en general, una imagen de vagos contornos, análoga a la que obtenemos impresionando varias fotografías sobre la misma placa. [...]
Un segundo efecto de la elaboración onírica consiste en el desplazamiento el cual, afortunadamente, nos es ya algo conocido, pues sabemos que es por completo obra de la censura de los sueños. El desplazamiento se manifiesta de dos maneras: haciendo que un elemento latente quede reemplazado no por uno de sus propios elementos constitutivos, sino por algo más lejano a él; esto es, por una alusión, o motivando que el acento psíquico quede transferido de un elemento importante a otro que lo es menos, de manera que el sueño recibe un diferente centro y adquiere un aspecto que nos desorienta.
La sustitución por una alusión existe igualmente en nuestro pensamiento despierto, aunque con algunas diferencias. En el pensamiento despierto, la alusión ha de ser fácilmente inteligible y debe haber entre ella y la idea sustituida una relación de contenido. También el chiste se sirve con frecuencia de la alusión, sin atenerse ya a la condición asociativa entre los contenidos y reemplazando esta asociación por una asociación externa inhabitual fundada en la semilicadencia, en la multiplicidad de sentidos de algunas palabras, etc.; pero observa, sin embargo, rigurosamente la condición de inteligibilidad, pues no causaría efecto «chistoso» ninguno si no pudiésemos llegar sin dificultad desde la alusión al objeto de la misma. En cambio, la alusión del desplazamiento onírico se sustrae a estas dos limitaciones. No presenta sino relaciones por completo exteriores y muy lejanas con el elemento al que reemplaza, y resulta de este modo ininteligible, mostrándosenos, en su interpretación, como un chiste fracasado y traído por los cabellos. La censura de los sueños no alcanza su fin más que cuando consigue hacer inaccesible el camino que conduce de la alusión a su substrato.
El desplazamiento del acento psíquico es un proceso nada habitual en la expresión de nuestros pensamientos y del que sólo nos servimos alguna vez cuando queremos producir un efecto cómico. Para darnos idea de la desorientación que ocasiona, os recordaré una conocida anécdota: Había en un pueblo un herrero que se hizo reo de un sangriento crimen. El tribunal decidió que dicho crimen debía ser castigado: pero como el herrero era el único del pueblo, y, en cambio, había tres sastres, se ahorcó a uno de éstos en sustitución del criminal.
El tercer efecto de la elaboración onírica es, desde el punto de vista psicológico, él más interesante. Consiste en la transformación de las ideas en imágenesvisuales. Esto no quiere decir que todos los elementos del contenido latente sufran esta transformación, pues muchas de las ideas que integran dicho contenido conservan su forma y aparecen como tales Ideas o como conocimientos en el sueño manifiesto. Por otro lado, no es la de imágenes visuales la única forma que las ideas pueden revestir. Mas, de todos modos, resulta que dichas imágenes constituyen lo esencial de la formación de los sueños. Esta parte de la elaboración es la más constante, y para elementos aislados del sueño conocemos ya la «representación verbal plástica» [...]
Prosiguiendo esta comparación de las ideas latentes con los sueños manifiestos que las reemplazan, realizamos toda una serie de inesperados descubrimientos, entre ellos el singularísimo de que también el absurdo y el desatino de los sueños poseen su particular significación. Es éste el punto en el que la oposición entre la concepción médica y la psicoanalítica de los sueños alcanza su máxima intensidad.
Conforme a la primera, el sueño es absurdo por haber perdido la actividad psíquica que le da origen toda facultad crítica. Por lo contrario, según nuestra concepción, el sueño se hace absurdo cuando ha de expresar en su contenido manifiesto una crítica o juicio, que, formando parte del contenido latente, tachan algo de absurdo o desatinado. En un sueño que ya conocéis -el de los tres billetes de teatro por un florín cincuenta céntimos- hallamos un acabado ejemplo de este género. El juicio formulado en él era el siguiente: «Fue un absurdo casarse tan pronto.»
Observamos también, en el curso de nuestra labor interpretadora, qué es lo que corresponde a las dudas e incertidumbres que con tanta frecuencia manifiesta el sujeto sobre sí un cierto elemento ha entrado o no a formar realmente parte de su sueño. Estas dudas y vacilaciones no encuentran, por lo general nada que a ellas corresponda en las ideas latentes y son tan sólo un efecto de la censura, debiendo relacionarse con una tentativa parcialmente conseguida de supresión o represión.
Otro sorprendente descubrimiento es el de la forma en la que la elaboración trata a las antítesis integradas enel contenido latente. Sabemos ya que las analogías y coincidencias existentes dentro de dicho contenido son sustituidas, en el sueño manifiesto, por condensaciones. Pues bien: con las antítesis sucede algo idéntico, y son, por tanto, expresadas por el mismo elemento manifiesto. De este modo, todo elemento manifiesto susceptible de poseer un contrario puede aparecer empleado tanto en su propio sentido como en el opuesto, y a veces en ambos simultáneamente. El sentido total del sueño orientará en estos casos nuestra interpretación. Tan singular procedimiento nos explica que en los sueños no hallemos nunca representada, inequívocamente por lo menos, la negación absoluta.
Lecciones introductorias al psicoanálisis. Los sueños: elaboración onírica. En Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1968, Vol. II, p.236-240 |