§ 1. La misión de la época moderna fue la realización y la humanización de Dios -la transformación y disolución de la teología en antropología.
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§ 6. Dios en tanto que Dios -en tanto que ser espiritual o abstracto, o sea, no humano, no sensible, accesible y objetivo sólo para la razón o la inteligencia, no es otra cosa que la esencia de la razón misma, la cual sin embargo es representada por la teología común o por el teísmo mediante la imaginación como un ser independiente, distinto de la razón. Es por ello una necesidad interna, sagrada, identificar finalmente con la razón la esencia de la razón distinguida de la razón y en consecuencia reconocer, realizar y actualizar el ser divino como la esencia de la razón. Sobre esta necesidad reposa la elevada significación histórica de la filosofía especulativa.
La prueba de que el ser divino es la esencia de la razón o inteligencia reside en que las determinaciones o propiedades de Dios -en la medida, claro está, de que éstas son racionales o espirituales- no son determinaciones de la sensibilidad o de la imaginación, sino atributos de la razón.
«Dios es el ser infinito, el ser carente de limitaciones.» Pero lo que no es linde ni límite de Dios, tampoco es límite de la razón. Donde, por ejemplo, Dios es un ser que trasciende las lindes de la sensibilidad, allí también lo es la razón. Quien no puede pensar otra existencia que una sensible, quien tiene pues una razón limitada por la sensibilidad, ese tiene también justamente por ello un Dios limitado por la sensibilidad. La razón que piensa a Dios como un ser ilimitado, piensa en Dios sólo su propia ilimitación. Lo que para la razón es el ser divino, eso es también para ella el verdadero ser racional es decir, el que corresponde plenamente a la razón y en esta misma medida le satisface.
Pero aquello en que se satisface un ser no es nada más que su ser objetivo. Quien se satisface en un poeta es él mismo una naturaleza poética, quien lo hace en un filósofo, una naturaleza filosófica, lo que él es sólo en esta satisfacción deviene objeto para él y para los demás. La razón «no se mantiene en las cosas sensibles, finitas; ella sólo se satisface en el ser infinito» -en consecuencia, sólo en este ser se nos revela la esencia de la razón.
«Dios es el ser necesario.» Pero esta su necesidad reside en que es un ser racional, inteligente. El mundo, la materia, no tienen en sí el fundamento de su ser ni de su naturaleza, pues les es completamente indiferente ser o no ser, ser así o ser de otra manera. Por tanto, presuponen necesariamente como causa otro ser, y en verdad un ser inteligente, autoconsciente, que actúe según razones y fines. Pues si a este otro ser se le sustrae la inteligencia, surge de nuevo la pregunta por su fundamento. La necesidad del ser primero y supremo reposa pues sobre la presuposición de que sólo el entendimiento es el ser primero y supremo, necesario y verdadero. Así como en general las determinaciones metafísicos u ontoteológicas sólo tienen verdad y realidad si son reducidas a determinaciones psicológicas o más bien antropológicas, así también la necesidad del ser divino en la vieja metafísica u ontoteología sólo tiene sentido y entendimiento, verdad y realidad en la determinación psicológica o antropológica de Dios como un ser inteligente. El ser necesario es el ser que se debe necesariamente pensar y afirmar absolutamente, absolutamente innegable o insuprimible; pero sólo como un ser que se piensa a sí mismo. En el ser necesario la razón sólo prueba y muestra por tanto su propia necesidad y realidad.
«Dios es el ser incondicionado, universal -"Dios no es esto o aquello"-, inmutable, eterno e intemporal.» Pero la incondicionalidad, la inmutabilidad, la eternidad, la universalidad son también, según el juicio mismo de la teología metafísica, propiedades de las verdades racionales o de leyes racionales, por consiguiente propiedades de la razón misma; pues ¿qué son estas verdades racionales inmutables, universales, incondicionadas, válidas en todas partes y siempre, sino expresiones de la esencia de la razón?
«Dios es el ser independiente, autónomo, que no necesita de ningún otro ser para su existencia, y en consecuencia, por y a través de sí mismo.» Pero tampoco esta determinación abstracta y metafísica tiene sentido y realidad sino como una definición del ser del entendimiento, y por tanto sólo expresa que Dios es un ser pensante, inteligente, o, a la inversa, que sólo el ser pensante es el ser divino; pues sólo un ser sensible necesita para su existencia otras cosas exteriores a él. El aire lo necesito para respirar, el agua para beber, la luz para ver, las sustancias vegetales y animales para comer, pero no necesito nada, al menos inmediatamente, para pensar. A un ser que respire no lo puedo pensar sin aire, a uno que ve no lo puedo pensar sin luz, pero al ser pensante lo puedo pensar aisladamente para sí. El ser que respira se remite necesariamente a un ser exterior a él, y su objeto esencial, en virtud del cual es lo que es, está fuera de él; pero el ser pensante se remite a sí mismo, él es su propio objeto, tiene su esencia en sí mismo, es lo que es por sí mismo.
§ 32. Lo real en su realidad o en tanto que realidad es lo real en tanto que objeto de los sentidos, es lo sensible Verdad, realidad, sensibilidad, son idénticos. Sólo un ser sensible es un ser verdadero, un ser real. Sólo a través de los sentidos se da un objeto en el verdadero sentido -no se da a través del pensar para sí. El objeto dado con el pensar u objeto idéntico al pensamiento no es más que pensamiento. [...]
§ 33. La nueva filosofía contempla y considera el ser tal como es para nosotros no sólo como pensante, sino como ser realmente existente -el ser, pues, como objeto del ser -como objeto de sí mismo. El ser en tanto que objetodel ser -y solamente este ser es ser, y sólo él merece el nombre de ser -es el ser de los sentidos, de la intuición, del sentimiento, del amor. El ser es, pues, un misterio de la intuición, del sentimiento, del amor.
Sólo en el sentimiento, sólo en el amor, tiene el «esto» -esta persona, esta cosa-, es decir, lo individual, valor absoluto; sólo en ellos lo finito es lo infinito: en ello y sólo en ello reside la infinita profundidad, divinidad y verdad del amor. Sólo en el amor en el Dios que cuenta cada uno de los pelos de la piel es verdad y realidad. El mismo Dios cristiano no es más que una abstracción del amor humano, no es más que una imagen de este amor. Pero precisamente porque «esto» sólo tiene valor absoluto en el amor, tan solo se revela también en él, y no en el pensar abstracto, el misterio del ser. El amor es pasión, y sólo la pasión es el signo distintivo de la existencia. Sólo lo que -ya sea real, ya posible- es objeto de la pasión, es. El pensamiento abstracto carente de sentimiento y de pasión suprime la diferencia entre el ser y el no-ser, mas para el amor esta diferencia que se disuelve en el pensamiento es una realidad. Amar no quiere decir más que apercibirse de esta diferencia. A quien nada ama -cualquiera que sea el objeto- le resulta completamente indiferente que algo sea o no sea. Pero así como el ser sólo se me da diferente del no-ser a través del sentimiento en general, así también sólo se me da un objeto como diferente de mí a través de ellos. El dolor es una fuerte protesta contra la identificación de lo subjetivo y lo objetivo. El dolor del amor consiste en que no está en la realidad lo que está en la representación. Lo subjetivo es aquí lo objetivo, la representación, es el objeto); pero esto precisamente es lo que no debe ser, esto es una contradicción, una falsedad, una desdicha -de ahí la demanda de establecer una relación verdadera en que lo subjetivo y lo objetivo no sea idéntico. El mismo dolor animal manifiesta con suficiente claridad esta diferencia. El dolor del hambre sólo consiste en que no hay nada objetivo en el estómago, en que el estómago es objeto de sí mismo, en que sus paredes vacías se rozan entre sí, en lugar de rozar un material. Los ,sentimientos humanos no poseen por ello una significación empírica, antropológica, en el sentido de la vieja filosofía trascendente, sino una significación ontológica, metafísica: en los sentimientos, incluso en los sentimientos cotidianos, se albergan las verdades más profundas y elevadas. Así, el amor es la verdadera prueba ontológica de la existencia de un objeto fuera de nuestra cabeza -y no existe otra prueba del ser que no sea el amor, el sentimiento en general. Sólo es aquello cuyo ser te proporciona dicha y cuyo no-ser te depara dolor. La diferencia entre el objeto y el sujeto, entre el ser y el no-ser, es tanto una diferencia dichosa, cuanto dolorosa.
§ 34. La nueva filosofía reposa en la verdad del amor, en la verdad del sentimiento. En el amor en el sentimiento en general, cada hombre reconoce la verdad de la nueva filosofía. Con respecto a su misma base, la nueva filosofía no es sino la esencia del sentimiento elevada a la conciencia -ella sólo afirme en y a través de la razón lo que todo hombre -el hombre real- reconoce en el corazón. Ella es el corazón transportado al entendimiento. El corazón no quiere objetos ni seres abstractos, metafísicos o teológicos -quiere objetos y seres reales, sensibles.
§ 35. Si la vieja filosofía decía: lo que no es pensado, no es; la nueva filosofía, por el contrario, dice: lo que no es amado ni puede ser amado, no es. Pero lo que no puede ser amado, tampoco puede ser adorado. Sólo lo que puede ser objeto de la religión, es objeto de la filosofía.
Pero no sólo objetiva, sino también subjetivamente es el amor el criterio del ser -el criterio de la verdad y la realidad. Donde no hay amor, no hay tampoco verdad. Y sólo es algo lo que algo ama -no ser y no amar son idénticos. Cuanto más uno es, tanto más ama, y a la inversa.
§ 36. Si el punto de partida de la vieja filosofía era la proposición: Yo soy un ser abstracto, un ser únicamente pensante, el cuerpo no pertenece a mi ser; la nueva filosofía comienza, por el contrario, con la proposición: Yo soy un ser real, un ser sensible; más aún, ¿incluso el cuerpo en su totalidad es mi Yo, es mi ser mismo. De ahí que el viejo filósofo pensara en contradicción y disensión continuas con los sentidos, a fin de librarse de las representaciones sensibles, a fin de no mancillar los conceptos abstractos; el nuevo filósofo, por el contrario, piensa en consonancia y armonía con los sentidos. La vieja filosofía concedía en la verdad de la sensibilidad -incluso en el concepto de Dios que concibe el ser en sí mismo; pues este ser, sin embargo, debía ser a su vez un ser distinto del ser pensado, un ser exterior al espíritu exterior al pensar, un ser realmente objetivo, esto es, un ser sensible pero sólo lo admitía solapadamente, sólo conceptualmente, sólo inconscientemente y contra su voluntad, sólo porque tenia que hacerlo así; la nueva filosofía, por el contrario, reconoce la verdad de la sensibilidad con alegría, con conciencia: ella es la filosofía sinceramente sensible.
§ 37. La filosofía moderna buscaba algo inmediatamente cierto. Recusó en consecuencia el pensamiento de la escolástica, carente de fundamento y de base, y fundó la filosofía en la autoconciencia, es decir, puso en el lugar del ser únicamente pensado, en el lugar de Dios, del ser supremo y último de toda filosofía escolástica, al ser pensante, al Yo, al espíritu autoconsciente; pues, para el pensador, lo pensante está infinitamente más próximo, más presente y es más cierto que lo pensado. Dudable es la existencia de Dios, dudable es, en general, lo que yo pienso; es indudable, en cambio, que yo soy, yo, es decir, el que piensa, el que duda. Pero la autoconciencia de la filosofía moderna sólo es, una vez más, un ser pensado mediado a través de la abstracción y, por consiguiente, un ser susceptible de duda. Indudable, inmediatamente cierto lo es tan sólo lo que es objeto, de los sentidos, de la intuición, del sentimiento.
§ 50. Lo real en su realidad y totalidad, el objeto de la nueva filosofía, únicamente es objeto también para un ser real y completo. La nueva filosofía tiene por ello como principio epistemológico, como sujeto, no el Yo, no el espíritu absoluto, esto es, abstracto, en una palabra, no la razón por sí sola, sino el ser real y total del hombre. La realidad, el sujeto de la razón sólo es el hombre. Sólo el hombre piensa, no el Yo, no la razón. La nueva filosofía no se funda, pues, en la divinidad, es decir, en la verdad de la razón sólo para sí misma, sino que se funda en la divinidad, esto es, en la verdad de la totalidad del hombre. En otras palabras, ella se funda por supuesto en la razón, pero en la razón cuya esencia es la esencia humana; por consiguiente, no en una razón carente de esencia, de color y de nombre, sino en una razón embebida de la sangre del hombre. De ahí que donde la vieja filosofía decía: sólo lo racional es lo verdadero y real,la nueva filosofía diga, por el contrario: sólo lo humano es lo verdadero y lo real; pues sólo lo humano es Io racional; el hombre es la medida de la razón.
§ 51. La unidad del pensar y el ser sólo tiene sentido y verdad cuando se concibe el hombre como fundamento, como sujeto de esta unidad. Sólo un ser real reconoce cosas reales; sólo donde el pensar no es sujeto para sí mismo, sino predicado de un ser real, sólo allí el pensamiento tampoco está preparado del ser. De ahí que la unidad del pensar y el ser no sea una unidad formal, de suerte que al pensar en y para sí le correspondiera el ser como una determinación, ella sólo depende del objeto, del contenido del pensar.
De aquí resulta el siguiente imperativo categórico. No quieras ser filósofo a diferencia de ser hombre; no seas otra cosa que un hombre pensante; no pienses como pensador, es decir, en una facultad desgarrada de la totalidad de la esencia real del hombre y aislada para sí misma; piensa como ser viso y real, como aquel que, como Tú, está a la merced de las vivificadoras y refrescantes olas del mar del universo; piensa en la existencia, en el mundo, como uno de sus miembros, y no pienses en el vacío de la abstracción como una mónada aislada, como un monarca absoluto como un Dios impasible y extramundano -y entonces podrás asegurarte de que tus pensamientos son unidades de ser y pensar. ¿Cómo no podría aprehender cosas y seres reales el pensar, en cuanto actividad de un ser real? Sólo cuando se separa el pensar de la esencia del hombre, cuando aquel se fija para sí mismo, sólo entonces surgen las cuestiones penibles, estériles e irresolubles desde este punto de vista: ¿Cómo llega el pensar al ser, al objeto? Pues, fijado para sí mismo, esto es, puesto fuera del hombre, el pensar se halla fuera de toda unión y de todo nexo con el mundo. Sólo te elevas al objetorebajándote para ello a objeto, siendo Tú mismo objeto para otro. Tú sólo piensas porque tus pensamientos mismos pueden ser pensados, y éstos sólo son verdaderos si pasan la prueba de la objetividad, si asimismo los reconoce otro fuera de Ti, para el que ellos son objeto. Tú sólo ves en la medida en que tú mismo eres un servisible; sólo sientes, en la medida en que eres un ser susceptible de ser sentido. Sólo está abierto el mundo para la cabeza abierta, y las únicas aberturas de la cabeza son los sentidos. Mas el pensamiento aislado para sí y encerrado en sí mismo, el pensamiento carente de sentidos, carente del hombre, el pensamiento exterior al hombre, es sujeto absoluto, que no puede ni debe ser objeto para otro, mas, precisamente por ello, e incluso a pesar de todos los esfuerzos, no encuentra ni ahora ni nunca una transición al objeto, al ser; de la misma manera que una cabeza que esté separada del tronco tampoco encuentra una transición para la apropiación de un objeto, pues le faltan los medios, los órganos de aprehensión.
§ 52. La nueva filosofía es la completa, absoluta y contradictoria disolución de la teología en la antropología; pues ella es la disolución de la misma no sólo en la razón, como la vieja filosofía, sino también en el corazón, en suma, en la esencia total y real del hombre. En este sentido, ella no es más que el resultado necesario de la vieja filosofía -pues lo que se disuelve en el entendimiento también tiene que disolverse finalmente en la vida, en el corazón, en la sangre del hombre-, pero, a su vez, ella sólo es la verdad de la misma, a saber, en tanto que una verdad nueva, autónoma; pues sólo la verdad convertida en carne y sangre es verdad. La vieja filosofía retrocedió de nuevo y necesariamente a la teología: lo que sólo se suprime en el entendimiento, únicamente en el concepto, eso tiene todavía su antítesis en el corazón; la nueva filosofía, por el contrario, ya no puede experimentar una recidiva: lo que ha muerto a la vez en cuerpo y alma sólo puede reaparecer como espectro.
Principios de la filosofía del futuro. Labor, Barcelona 1976. |