El conjunto de las ciencias que tienen por objeto la realidad histórico-social es englobado en esta obra bajo el nombre de ciencias del espíritu. [...]
Por ciencia entiende el uso del lenguaje un conjunto de proposiciones cuyos elementos son conceptos; es decir, perfectamente determinados, constantes en todo el complejo de pensamiento y universalmente válidos, cuyas relaciones están fundadas, en el cual, por último, las partes está unidas en una totalidad, con el fin de comunicación, porque una parte constitutiva de la realidad es pensada en su integridad mediante esta combinación de posiciones, o bien está regulada por ella una rama de la actividad humana. Designamos, por tanto, con la expresión ciencia todo conjunto de hechos espirituales en que se encuentran las notas mencionadas, y al que, por consiguiente, se aplica, por lo común el nombre de ciencia [...]. Estos hechos espirituales, que se han desarrollado históricamente en la humanidad, y a los que se ha dado, según un uso lingüístico general, la denominación de ciencias del hombre, de la historia, de la sociedad, constituyen la realidad que queremos no dominar, sino, ante todo, comprender. [...]
El conjunto de los hechos espirituales que caen bajo este concepto de ciencia suele dividirse en dos miembros, uno de los cuales se designa con el nombre de ciencia natural; para el otro no existe, lo que es bastante sorprendente, ninguna denominación universalmente reconocida. Yo me adhiero al uso terminológico de aquellos pensadores que denomina ciencias del espíritu esa otra mitad del globus intellectualis. En primer lugar, esta denominación -y no en escasa medida por la amplia difusión de la Lógica de J. St. Mill- ha llegado a ser habitual y generalmente comprensible. En segundo lugar, comparada con todas las demás denominaciones inadecuadas entre las que se puede elegir, parece la menos inadecuada. Expresa con suma imperfección el objeto de este estudio. Pues, en este mismo, los hechos de la vida espiritual no están separados de la unidad vital psicofísica de la naturaleza humana. Una teoría que quiere describir y analizar los hechos histórico-sociales no puede prescindir de esa totalidad de la naturaleza humana y limitarse a lo espiritual. Pero aquella expresión comparte este defecto con todas las demás que se han empleado : ciencias de la sociedad (sociología), ciencias morales, históricas, de la cultura; todas estas denominaciones padecen el mismo defecto: ser demasiado estrechas en relación con el objeto que han de expresar. Y el nombre elegido aquí tiene al menos la ventaja de designar adecuadamente el círculo central de hechos, desde el cual, en realidad, se ha visto la unidad de estas ciencias, se ha trazado su contorno, se ha llevado a cabo su delimitación frente a las ciencias de la naturaleza, aunque todavía de un modo tan imperfecto.
Introducción a las ciencias del espíritu, Alianza, Madrid 1980, p. 39-40. |