Diógenes Laercio: Pitágoras.

Extractos de obras

1. Después de haber tratado de la Filosofía jónica, dimanada de Tales, y de los varones que se hicieron célebres en ella, pasaremos ahora a tratar de la italiana, cuyo autor fue Pitágoras, hijo de Mnesarco, grabador de anillos, natural de Samos, como dice Hermipo, o bien fue tirreno, natural de una isla que poseyeron los atenienses echando de ella a los tirrenos, según escribe Aristójeno. Algunos dicen que fue hijo de Mármaco; éste, de Hupaso; éste, de Eutifrón y éste lo fue de Cleónimo, que es el que huyó de Filunte. Que Mármaco habitó en Samos, de donde Pitágoras se llamó Samio. Que pasando éste de allí a Lesbos, fue recomendado a Ferécides por Zoilo, tío suyo; construyó tres cálices de plata y los llevó en regalo a tres sacerdotes egipcios. Tuvo dos hermanos, el mayor de los cuales se llamó Eunomo, el mediano se llamó Tirreno. Tuvo también un esclavo, llamado Zamolxis, a quien sacrifican los getas juzgándolo Saturno, como dice Herodoto.

2. Pitágoras, pues, según hemos dicho, oyó a Ferécides Siro. Después que éste murió se fue a Samos, y fue discípulo de Hermodamante (que ya era viejo), consanguíneo de Creófilo. Hallándose joven y deseoso de saber, dejó su patria y se inició en todos los misterios griegos y bárbaros. Estuvo, pues, en Egipto, en cuyo tiempo Polícrates lo recomendó por cartas a Amasis; aprendió aquella lengua, como dice Anfitrión en su libro De los que sobresalieron en la virtud, y aun estuvo con los caldeos y magos. Pasando después a Creta con Epiménides, entró en la cueva del monte Ida. No menos entró en los áditos de Egipto y aprendió las cosas contenidas en sus arcanos acerca de aquellos dioses. Volvió después a Samos, y hallando la patria tiranizada por Polícrates, se fue a Crotona, en Italia, donde, poniendo leyes a los italianos, fue celebérrimo en discípulos, los cuales, siendo hasta trescientos, administraban los negocios públicos tan noblemente, que la República era una verdadera aristocracia.

3. Heráclides Póntico refiere que Pitágoras decía de sí mismo que «en otro tiempo había sido Etálides y tenido por hijo de Mercurio; que el mismo Mercurio le tenía dicho pidiese lo que quisiese, excepto la inmortalidad, y que él le había pedido el que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto sucediese». Así que mientras vivió se acordó de todo, y después de muerto conservó la misma memoria. «Que tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo había sido en otro tiempo Etálides, y que había recibido de Mercurio en don la transmigración del alma, como efectivamente transmigraba y circuía por todo género de plantas y animales; el saber lo que padecería su alma en el infierno y lo que las demás allí detenidas. Que después que murió Euforbo, se pasó de alma a Hemmótimo, el cual, queriendo también dar fe de ello, pasó a Branquida, y entrando en el templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí»; y decía que «cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo, y que ya estaba podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hemmótimo se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, a saber cómo primero había sido Etálides, después Euforbo, luego Hemmótimo y en seguida Pirro». Y finalmente, que después de muerto Pirro vino a ser Pitágoras, y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado.

4. Dicen algunos que Pitágoras nada escribió; pero se engañan, pues Heráclito el físico lo está poco menos que clamando cuando dice: «Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en la historia de las cosas más que todos los hombres, y escogiendo este género de escritos se granjeó su saber, su mucha pericia y aun las artes destruidoras de los hombres.» Habló así porque habiendo Pitágoras empezado a escribir de la Naturaleza, dice así: «Por el aire que respiro, por el agua que bebo, que no sufriré que este argumento sea vituperado.» Atribúyese, pues, a Pitágoras tres escritos, a saber Instituciones, Política, Física; pero lo que corre como de Pitágoras es de Lisis Tarentino, pitagórico, el cual, huido de Tebas, fue maestro de Epaminondas. Heráclides, el hijo de Serapión, dice, en el Compendio de Soción, que Pitágoras escribió también del Universo, en versos. Otro escrito suyo se intitula Discurso sagrado, cuyo principio es:

Venerad obsequiosos,

jóvenes, estas cosas con silencio.

Tercer escrito, Del alma; cuarto, De la piedad; quinto, Helotal, padre de Epicarmo el de Cos; sexto, Crotón, y todavía otros. El Discurso místico dicen es de Hipaso, el cual lo escribió para desacreditar a Pitágoras. Y también que Astón de Crotona escribió muchos libros bajo el nombre de Pitágoras. Igualmente dice Aristójeno que Pitágoras aprendió muchos dogmas morales de Temistoclea en Delfos. Jon de Quío dice, en sus Triagmas, que Pitágoras escribió un poema y lo supuso a Orfeo. También dicen son suyas las Catascopiadas, cuyo principio es: Con nadie seas imprudente.

5. Sosícrates, en las Sucesiones, dice que habiéndole preguntado León, tirano de los fliasios, quién era, dijo: «Filósofo.» Y que comparaba la vida humana a un concurso festivo de todas gentes; pues así como unos vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y otros, que son los mejores, a ver; también en la vida unos nacen esclavos de la gloria; otros, cazadores de los haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud. Hasta aquí Sosícrates. En los tres libros de Pitágoras arriba nombrados se contienen universalmente estos documentos. No deja que nadie ore por sí mismo, puesto que no sabe lo que le conviene. Llama a la ebriedad pernicie del entendimiento. Reprueba la intemperancia diciendo que nadie debe excederse de la justa medida en bebidas y comidas. De las cosas venéreas habla en esta forma: «De la Venus se ha de usar en invierno, no en verano; en otoño y primavera, más ligeramente; pero en todo tiempo es cosa gravosa y nada buena a la salud.» Y aun preguntado una vez cuándo convenía usarla, dijo: «Cuando quieres debilitarte a ti mismo».

6. La vida del hombre la distribuye en esta forma: la puericia, veinte años; la adolescencia, veinte; la juventud, veinte, y veinte la senectud. Estas edades son conmensuradas con las estaciones del año, a saber la puericia con la primavera, la adolescencia con el estío, la juventud con el otoño y la senectud con el invierno. Por adolescencia entiende la juventud, y por juventud la virilidad. Fue el primero que dijo, como asegura Timeo, que «entre los amigos todas las cosas son comunes»; y que la amistad es una igualdad. Sus discípulos también depositaban sus bienes en común. Callaban por espacio de cinco años, oyendo sólo la doctrina; y nunca veían a Pitágoras hasta pasada esta aprobación. De allí en adelante ya iban a su casa y participaban de su vista. Absteníanse de la madera de ciprés para ataúdes, porque de ella es el cetro de Júpiter. Hemmipo escribe esto en el libro II De Pitágoras. Se refiere que fue sumamente hermoso, y los discípulos creían era Apolo que había venido de los Hiperbóreos. Dicen igualmente que desnudándose una vez, se vio que uno de sus muslos era de oro. Y también afirman muchos que pasando una ocasión el río Neso le impuso este nombre. No menos Timeo, en el libro Xl de sus Historias escribe que Pitágoras a las que habitan con los hombres las llamaba diosas, vírgenes, ninfas, y luego madres.

7. Anticlides, en el libro 11 de Alejandro, dice que Pitágoras adelantó mucho en la geometría, cuyos principios y rudimentos había hallado antes Meris. Que se ejercitó principalmente en una especie de ella que es la aritmética. Y que inventó la escala música por una cuerda sola. Ni se olvidó de la Medicina. Apolodoro el Computista refiere que sacrificó una hecatombe habiendo hallado que en un triángulo rectángulo la potestad de la línea hipotenusa es igual a la potestad de las dos que lo componen. De esto hay el epigrama siguiente:

Pitágoras, hallada

aquella nobilísima figura,

bueyes mató por ello en sacrificio.

8. Dicen fue el primero que ejercitó a los atletas nutridos con carnes, empezando por Eurimenes, como dice Favorino en el III de sus Comentarios; pues hasta entonces acostumbraban nutrirse con higos secos, queso reciente y trigo, según el mismo Favorino en su Varia historia. Pero otros dicen que un cierto Pitágoras ungidor de atletas fue quien solía nutrirlos así, no el nuestro; pues éste estuvo tan lejos de permitir se comiesen animales como que prohibió el matarlos, juzgando tienen el alma común a la nuestra. Esto es muy verosímil. Lo cierto es que mandó abstenerse de las cosas animadas, ejercitando y acostumbrando a los hombres a la simplicidad de manjares, a fin de que tuviesen en todos tiempos la comida aderezada y a punto comiendo sólo cosas que no necesitaban lumbre y bebiendo agua, porque de ello dimanan la salud corporal y la agudeza del ingenio. Efectivamente, Pitágoras sólo prestó adoración al ara de Apolo-padre, que está en Delos detrás del área córnea, por causa de que en ella sólo se ofrece trigo, cebada y hojuelas, sin fuego alguno; pero no víctimas. Así lo dice Aristóteles en su República de los delios.

9. Afirman fue el primero que dijo que «el alma haciendo un necesario giro, pasa de unos animales a otros». Fue también el primero que introdujo en Grecia las medidas y pesos, como dice Aristójenes el Músico. El primero que llamó Véspero y Fósforo al mismo astro, según asegura Parménides. Fue tan admirado de cuantos lo conocían, que a sus sentencias las llamaban palabras de Dios. Aun él mismo escribe diciendo que «después de doscientos siete años había vuelto del infierno a los hombres». Permanecían con él y a él concurrían por su doctrina los lucanos, picentes, mesapios y romanos. Pero hasta Filolao no fue conocido el dogma pitagórico. Éste fue quien publicó aquellos tan celebrados tres libros que Platón escribió se le comprasen por cien minas. No eran menos de seiscientos los discípulos que de noche concurrían a oírlo; y los que conseguían poderlo ver, lo escribían a sus familiares, como que habían obtenido una cosa grande. Los metapontinos llaman a su casa Templo de Ceres, y Museo al paraje en que estaba, como dice Favorino en sus Varia historia. Con todo eso, otros pitagóricos decían que «no deben manifestarse todas las cosas a todos», como refiere Aristójenes en el libro X De las leyes eruditivas o instructivas. Así, preguntado Jenófilo Pitagórico cómo se instruía bien un hijo, respondió: «Siendo ciudadano de una ciudad que tenga buenas leyes».

10. Formó por Italia muchos hombres honestos y buenos, singularmente Zaleuco y Carondas, legisladores. Era muy diestro para hacer amistades, y si sabía que alguno era participe de sus símbolos, luego se lo hacía compañero y amigo. Sus símbolos eran éstos: No herir el fuego con la espada. No pasar por encima de la balanza. No estar sentado sobre el quénice. No comer corazón. Ayudar a llevar la carga, y no imponerla. Tener siempre cogidas las cubiertas de la cama. No llevar la imagen de Dios en el anillo. Borrar el vestigio de la olla en la ceniza. No estregar la silla con aceite. No mear de cara al sol. No andar fuera del camino público. No echar mano sin reflexión. No tener golondrinas bajo su mismo techo. No criar aves de uñas corvas. No mear ni caminar sobre las cortaduras de uñas y cabellos. Apartar la espada aguda. No volver a la patria quien se ausente de ella.

11. Por no herir el fuego con la espada quería significar que no se ha de incitar la ira e indignación de los poderosos. No pasar por encima de la balanza, esto es, no traspasar la igualdad y justicia. No estar sentado sobre el quénice es tener igual cuidado de lo presente que de lo futuro; pues un quénice es el alimento para un día. Por el no comer corazón expresaba que no se ha de atormentar el ánimo con angustias y dolores. Por lo de no volver el que se ausenta exhortaba a que los que han de partir de esta vida no estén desordenadamente pegados a ella, ni entregados a sus deleites. Por este término se explica lo restante, por no detenernos más en ello.

12. Mandaba sobre todo el no comer rojillo ni melanuro, y abstenerse también del corazón y de las habas. Aristóteles dice que también prohibía el comer matriz y salmonete algunas veces. Hay quien diga que se contentaba con miel, con panal o aun con pan sólo, y que no bebía vino entre día. Su ordinaria vianda eran hierbas cocidas y crudas; raras veces cosa de mar. Vestía una estola blanca y limpia, y las demás vestiduras de lana también blancas, pues las telas de lino todavía no habían llegado a aquellas partes. Nunca fue visto en paseos, en cosas venéreas, ni en embriagueces. Absteníase de burlas y de toda chanza, como son dichos y motejos pesados. Hallándose airado, jamás castigaba a ningún esclavo o liberto. Al enseñar con el ejemplo lo llamaba cigueñizar.

13. Usaba de las adivinaciones que se hacen por presagio y por agüero; pero muy poco de las que por el fuego, excepto el incienso. Sus sacrificios eran de cosas inanimadas, bien que algunos dicen que sólo sacrificaba gallos y cabritos de leche llamados recentales, pero nunca corderos. Aristójenes dice que permitió comer de todos los animales, menos de buey de labranza y del camero; y él mismo asegura que recibió de Temistoclea los dogmas en Delfos, según indicamos arriba. Jerónimo escribe que habiendo descendido al infierno, vio el alma de Hesíodo atada a una columna de bronce, y rechinaba; y a la de Homero colgada de un árbol y cercada de culebras, por lo que había dicho de los dioses. Que eran también castigados los que no quisieron usar de sus propias mujeres: por estas cosas era muy venerado de los crotoniatas. Aristipo Cireneo dice en sus libros De fisiología que Pitágoras obtuvo este nombre porque siempre decía verdad, no menos que Pitio.

14. Dícese que siempre estaba exhortando a sus discípulos a que cada vez que volviesen a casa dijesen:

¿Adónde fui?, ¿dónde estuve?

¿Qué cosas practiqué que no debiera?

Que prohibía se ofreciesen víctimas sangrientas, y sólo permitía se adornasen las aras incruentas. No sufría se jurase por Dios, pues cada uno debe por sus obras hacerse digno de crédito. Que deben ser reverenciados los ancianos, teniendo por más venerable lo que es primero en tiempo; así como en el cielo es mejor el orto que el ocaso; en el tiempo, el principio mejor que el fin, y en la vida es mejor la generación que la corrupción. Que en el honor se han de preferir los dioses a los semidioses, los héroes a los hombres, y a éstos los padres. Que las mutuas conversaciones han de ser tales que no se nos hagan enemigos los amigos, sino amigos los enemigos. Que nada se ha de creer propio. Que se ha de favorecer la ley y perseguir la injusticia Que no se han de arrancar ni destruir las plantas buenas, ni hacer daño a los animales que no son nocivos. Que se ha de usar pudor y circunspección o reverencia, no estando siempre o derramado en risa o cubierto de tristeza. Que se ha de viajar, ya con lentitud, ya con ahínco. Que se ha de ejercitar la memoria. Que estando airado no se ha de decir ni hacer cosa alguna. Que se ha de tener en estima toda divinación. Que se ha de usar del canto con lira. Que se han de cantar himnos a los dioses, y proclamar las debidas alabanzas a los hombres.

15. Prohibía comer habas, por razón que constando éstas de mucho aire, participan también mucho de lo animado, aunque por otra parte hagan buen estómago, y hacen leves y sin perturbaciones las cosas soñadas. Alejandro, en las Sucesiones de los filósofos, dice haber hallado en los escritos pitagóricos también las cosas siguientes: Que el principio de todas las cosas es la unidad, y que de ésta procede la dualidad, que es indefinida y depende, como materia, de la unidad que la causa. Así, la numeración proviene de la unidad y de la dualidad indefinida. De los números provienen los puntos; de éstos, las líneas; de las Iíneas, las figuras planas; de las figuras planas, las sólidas, y de éstas los cuerpos sólidos, de los cuales constan los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire, que trascienden y giran por todas las cosas, y de ellos se engendra el mundo animado, intelectual, esférico, que abraza en medio a la tierra, también esférica y habitada en todo su rededor.

16. Que hay antípodas, nosotros debajo y ellos encima. Que en el mundo existen por mitad la luz y la sombra, el calor y el frío, el seco y el húmedo. De éstos, cuando reina el calor es verano; cuando el frío, invierno. Que cuando estas cosas se dividen por iguales partes, son muy buenas las estaciones del año, de las cuales las flores es la saludable primavera, y la que fenece es el enfermizo otoño. En cuanto al día, florece la aurora y fallece la tarde, por cuya razón es también más insalubre. Que el aire que circuye la tierra quieto o no agitado es enfermizo, y cuantas cosas hay en él son mortales. Que el aire superior se mueve siempre, es puro y sano, y cuantos en él moran son inmortales y por tanto, divinos.

17. Que el sol y la luna y demás astros son dioses, puesto que en ellos reina el calor, que es causa de la vida. Que la luna es iluminada por el sol. Que los hombres tienen cognación con los dioses, porque el hombre participa del calor, y así Dios ejerce en nosotros su providencia. Que el hado es la causa de la administración de las cosas en común y en particular. Que los rayos del sol penetran por el éter frígido y por el denso, pues ellos al aire lo llaman éter frígido, y al mar húmedo, éter denso. Que estos rayos penetran aun hasta lo profundo, y con esto dan vida a todas las cosas. Que viven todas las cosas que participan de calor, y, por tanto, las plantas son animales, aunque no todas tienen alma. Que el alma es una partícula del éter, del cálido y del frígido, como partícipe que es del éter frígido. Que el alma y la vida son cosas diferentes, y que aquélla es inmortal, puesto que es inmortal aquello de que ella fue tomada o separada. Que los animales se engendran de sí mismos por semilla; pero la generación hecha por la tierra, y desarrollada en el seno de la misma, es insubsistente.

18. Que la semilla es una gota o partícula del cerebro, que contiene en sí un valor cálido. Que cuando ésta se infunde en la matriz caen del cerebro el ícor, el humor y la sangre, de los cuales se forman la carne, los nervios, los huesos, los pelos y todo el cuerpo; y del vapor proceden el alma y los sentidos. Su primera formación y concreción se hace en cuarenta días, y luego, perfeccionándose por razón armónica, nace el infante a los siete, a los nueve, o lo más a los diez meses. Que tiene en sí todos los principios de vida, unidos y ordenados en razón armónica, sobreviniendo cada uno en determinados tiempos.

19. Que los sentidos en general, y en especial el de la vista, son un vapor muy cálido; por eso decimos que atraviesa el aire y agua, pues el cálido es rechazado por el frígido, porque si fuese frío el vapor de los ojos, se pasaría al aire semejante a sí. Ello es que Pitágoras en algunos lugares llama a los ojos puertas del sol. Lo mismo dogmatiza acerca de los oídos y demás sentidos.

20. En tres partes divide el alma humana, a saber en mente, en sabiduría, y en ira, y la ira se halla también en los otros animales, pero la sabiduría sólo en el hombre. Dice que el principio del alma está desde el corazón hasta el cerebro y que la parte de ella sita en el corazón es la ira. Que la sabiduría y la mente están en el cerebro, y de ellas, dicen, manan los sentidos como derivaciones. Que la parte capaz de sabiduría es inmortal; las demás, mortales. Que el alma se nutre de la sangre, y las palabras son vientos del alma. Que ésta es invisible, como las palabras, porque también el éter es invisible. Que los vínculos del alma son las venas, las arterias y los nervios; pero luego que se fortifica y queda por sí sola, sus vínculos son la razón y las operaciones. Que el alma echada a la tierra va divagando en el aire, semejante al cuerpo. Que Mercurio es el administrador de las almas, y por esto se llama Conductor, Portero y Terrestre, a causa de que saca las almas de los cuerpos, de la tierra y del mar; las puras las conduce a lo alto; pero a las impuras ni aun se acerca él, ni ellas entre sí, sino que las atan las Furias con vínculos firmísimos e indisolubles. Que todo el aire está lleno de almas creídas semidioses y héroes, las cuáles causan los sueños a los hombres, y las señales de enfermedad y salud. Ni sólo a los hombres, sino también a las ovejas y demás ganado. Que a éstas se dirigen las lustraciones y sacrificios expiativos, todas las adivinaciones, los vaticinios y cosas semejantes.

21. Dice que lo mayor que tiene el hombre es que el alma induce al bien o al mal; que es feliz el hombre a quien le toca un alma buena, y que ésta nunca está quieta, ni tiene siempre un curso mismo. Que lo justo tiene fuerza de juramento, y por lo mismo Júpiter se llama Juramento. Que la virtud es armonía, lo es la salud, lo es toda cosa buena, lo es también Dios, y aun todas las cosas existen por la armonía. Que la amistad es una igualdad armónica. Que los honores deben darse a los dioses y héroes; mas no honores iguales, pues a los dioses se han de dar siempre con loores, con vestiduras blancas y con pureza; pero a los héroes, desde el mediodía en adelante. Que esta pureza se adquiere por medio de expiaciones, lavatorios y aspersiones; evitando los funerales, la cama y toda cosa sucia, y absteniéndose de comer carnes mortecinas, salmonetes, melanuros, huevos y animales nacidos de huevos, habas y demás cosas que prohiben los que dirigen ritos y sacrificios en los templos.

[...]

25. Murió Pitágoras en esta forma. Estando sentado con sus amigos en casa de Milón, sucedió que uno de los que no había querido admitir consigo pegó fuego a la casa por envidia. Pero algunos dicen que lo ejecutaron los mismos crotoniatas, temerosos de que les pusiese gobierno tiránico. Que habiendo Pitágoras escapado del incendio, se entró en un campo de habas, y se paró allí diciendo: «Mejor es ser cogido que pisar estas habas», y «Mejor es ser muerto que hablar». Con esto descubrió la garganta a los que lo seguían. Así que fueron muertos muchos de sus discípulos, hasta en número de cuarenta, y huyeron otros pocos, de cuyo número fueron Arquitas Tarentino y Lisis, antes nombrado. Dicearco escribe que Pitágoras murió fugitivo en el templo de las Musas que hay en Metaponto, habiendo permanecido allí sin comer cuarenta días. Pero Heráclides, después de haber dado sepultura en Delos a Ferécides, se volvió a Italia; y como hallase un gran convite en casa de Milón Crotoniata, partió a Metaponto; y que no queriendo ya vivir más, murió allí privándose de la comida.

26. Hermipo dice que, estando en guerra agrigentinos y siracusanos, salió Pitágoras con sus discípulos y secuaces en favor de los agrigentinos; y que derrotados éstos, iba girando junto a un campo de habas, donde lo mataron los siracusanos. Los demás hasta treinta y cinco fueron quemados en Tarento, queriendo oponerse a los primeros ciudadanos en el gobierno de la república. Otra cosa dice también de Pitágoras Hermipo, y es: «Que pasado a Italia, se hizo una habitación subterránea y mandó a su madre notase por escrito cuanto sucedía, señalando también el tiempo; luego se entró en el subterráneo, dándole su madre escritas cuantas cosas acaecían fuera. Que pasado tiempo, salió Pitágoras flaco y macilento, y congregando gentes dijo que volvía del infierno, y les iba contando las cosas acontecidas. Que los oyentes, conmovidos de lo que había dicho, prorrumpiendo en lágrimas y lamentos, y creyeron en Pitágoras algo divino, de manera que le entregaron sus mujeres para que aprendiesen sus preceptos; de donde vino que fueron llamadas Pitagóricas. [...]

Vidas de los más ilustres filósofos griegos, Orbis, Barcelona 1985, Vol. II, selección de p.101-112. (Traducción de José Ortiz y Sainz, fines del s. XVIII).