-No sin razón, pues -dije-, juzgaremos que son dos cosas diferentes la una de la otra, llamando, a aquello con que razona, lo racional del alma, y a aquello con que desea y siente hambre y sed y queda perturbada por los demás apetitos, lo irracional y concupiscible, bien avenido con ciertos hartazgos y placeres.
-No; es natural -dijo- que los consideremos así.
-Dejemos, pues, definidas estas dos especies que se dan en el alma -seguí yo-.
Platón, República 439d-e (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1981, vol. 2, p.98). |