Por eso Dios se goza siempre en un solo placer, y simple, pues no sólo hay una actividad del movimiento, sino de la inmovilidad y el placer se da más bien en la quietud que en el movimiento.
Aristóteles, Ética a Nicómaco,VII, 14, 1154b (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1985, p.121).
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