Bloomfield, Leonard: el lenguaje como señal

Extractos de obras

Supongamos que Jack y Jill pasean por un camino. La muchacha tiene hambre. Ve una manzana en un árbol. Emite un sonido con la laringe, la lengua y los labios. Jack salta la valla, sube al árbol, coge la manzana, la lleva a Jill y se la da. Jill se come la manzana.

Esta sucesión de hechos se podría considerar de muchas formas, pero es natural que nosotros, que estudiamos el lenguaje, distingamos entre el acto de habla y las otras ocurrencias, que denominaremos hechos prácticos. Visto así, el incidente se compone de tres partes que son, por orden cronológico:

A. Hechos prácticos que preceden al acto de habla.

B. Habla.

C. Hechos prácticos que siguen al acto de habla.

Examinaremos en primer lugar los hechos prácticos, A y C. Los hechos de A afectan sobre todo a la hablante, Jill. Tenía hambre; es decir, se le contraían ciertos músculos, se segregaban ciertos fluidos, especialmente en su estómago. Tal vez también tenía sed: tenía la lengua y la garganta secas. Las ondas luminosas reflejadas desde la manzana roja le alcanzaron la vista. Vio a Jack a su lado. Ahora deberíamos introducir su trato anterior con Jack; supongamos que mantienen cualquier tipo de relación ordinaria, como la de hermano y hermana o la de marido y mujer. Todos estos hechos, que afectan a Jill y preceden a su acto de habla, los denominaremos el estímulo del hablante.

Examinemos ahora C, los hechos prácticos que suceden al acto de habla de Jill. Estos afectan sobre todo al oyente, Jack, y son que alcanza la manzana y se la da a Jill. Los hechos prácticos que suceden al habla y afectan al oyente los denominaremos la reacción del oyente. Los hechos que siguen al habla también afectan a Jill, y de modo muy importante: consigue coger la manzana y se la come. [...]

Si Jill hubiera estado sola, habría podido tener la misma hambre y la misma sed y habría podido ver la misma manzana. Si hubiera tenido suficiente fuerza y habilidad para saltar la valla y subirse al árbol, habría podido coger la manzana y comérsela; si no, se hubiera quedado con las ganas. Cuando Jill va sola, se encuentra prácticamente en la misma situación del animal que no habla. Cuando el animal tiene hambre y ve o huele la comida, se dirige hacia la comida: de la fuerza y habilidad que tenga dependerá que llegue a apoderarse de la comida. El estado de hambre y la visión o el olor de la comida son el estímulo (que simbolizaremos por E) y los movimientos hacia la comida son la reacción (que simbolizaremos por R). Jill que va sola y el animal que no habla no pueden obrar sino de una manera, a saber:


Si esto funciona, obtienen la comida; si no funciona -si no tienen suficiente fuerza o habilidad para conseguir la comida mediante las acciones R- se tendrán que quedar con hambre.

Cf. El llenguatge, Seix Barral, Barcelona 1978, p. 41-42.