Aristóteles: la facultad desiderativa

Extractos de obras

Dos de estas facultades, pues, la mente y el apetito, producen el movimiento en el espacio. Pero esta mente de que hablamos es la que hace sus planes guiada por un fin; es decir, la mente práctica; difiere de la mente especulativa o teorética en el fin que persigue. También todo apetito está dirigido a un fin, porque la cosa a que tiende el apetito es el punto de partida del pensar práctico, ya que el último paso del pensar práctico es el comienzo de la acción. Así, pues, estas dos facultades, el apetito y el pensar práctico, parecen considerarse razonablemente como las causas del movimiento, porque el objeto del apetito produce movimiento y consiguientemente el pensamiento produce movimiento, ya que el objeto del apetito es su comienzo. También la imaginación, cuando desencadena un movimiento, lo hace contando siempre con el apetito. Lo que mueve es, pues, una facultad única, la del apetito. [...]

Ahora bien, los apetitos pueden entrar en colisión o conflicto entre sí, cosa que ocurre cuando y donde la razón y el deseo son opuestos, y ello ocurre en los seres que tienen sentido del tiempo: la mente, en efecto, nos mueve a resistir mirando al futuro, mientras que el deseo mira sólo al presente, porque lo que es momentáneamente agradable parece ser absolutamente agradable y absolutamente bueno, ya que el deseo no puede mirar al futuro.

El alma, cap. 10, 433a-b (Obras,Aguilar, Madrid 1973, p. 869).