Aristóteles: la ciencia.

Extractos de obras

Creemos saber algo de una manera absoluta, y no según el modo sofístico de una manera accidental, cuando creemos conocer la causa por la que la cosa es, [conocer] que esta causa es la de la cosa y que no es posible que la cosa sea de otro modo que como es. Es evidente que ésta es la naturaleza de la ciencia. En efecto, [consideremos] a los que no saben y a los que saben. Los primeros creen comportarse como acabamos de indicar, y los que saben se comportan en realidad de este modo. Y así el objeto de la ciencia en sentido propio es algo que no puede ser de otro modo que como es.

Si existe otro modo de saber, lo diremos más adelante. Lo que aquí llamamos saber, es conocer por medio de la demostración. Llamo demostración al silogismo científico, y llamo científico a un silogismo cuya posesión constituye para nosotros la ciencia.

Si, pues, el conocimiento científico consiste en lo que hemos afirmado, es necesario también que la ciencia demostrativa parta de premisas verdaderas, primeras, inmediatas, más conocidas que la conclusión, anteriores a ella y causas de ella. Con estas condiciones los principios son adecuados para demostrar la conclusión. Un silogismo puede seguramente existir sin estas condiciones, pero no será una demostración, porque no producirá la ciencia.

Las premisas deben ser verdaderas, porque no puede saberse lo que no es, por ejemplo la conmensurabilidad del diámetro. Deben ser primeras e indemostrables, porque de otro modo no podríamos conocerlas sin tener su demostración, ya que la ciencia de las cosas que son demostrables y no accidentales consiste en poseer su demostración. Deben ser las causas de la conclusión, ser más conocidas que ella y anteriores a ella: causas, porque no tenemos la ciencia de una cosa hasta el momento en que hemos conocido su causa; anteriores, porque son causas; previamente conocidas, no sólo comprendiendo su significado, sino conociendo que la cosa es. Por otra parte, anterior y más conocido tienen dos sentidos, porque no hay identidad entre lo que es anterior por naturaleza y lo que es anterior para nosotros, ni entre lo que es más conocido por naturaleza y lo que es más conocido para nosotros. Llamo anteriores y más conocidos para nosotros a los objetos más próximos de la sensación, y anteriores y más conocidos absolutamente a los objetos más alejados [de la sensación]. Los más alejados de los sentidos son los más universales, mientras que los más cercanos son los singulares. Y así son opuestos los unos a los otros.

Las premisas deben ser primeras, es decir, que deben ser principios propios, ya que yo identifico premisa primera y principio. Un principio de demostración es una proposición inmediata. Es inmediata una proposición a la que no es anterior ninguna otra. Una proposición es una de las dos partes de la enunciación: la relación de un predicado con un sujeto. Una proposición es dialéctica cuando es indiferente a cualquier parte; es apodíctica cuando establece una parte determinada, porque es verdadera. La enunciación es una de las dos partes de una contradicción. Una contradicción es una oposición que no admite por sí ningún intermedio. La parte de una contradicción que une un predicado a un sujeto es una afirmación, y la parte que separa un predicado de un sujeto, una negación.

Llamo a un principio inmediato del silogismo una tesis cuando, aún no siendo susceptible de demostración, no es indispensable al que quiere aprender algo; si, por el contrario, su posesión es indispensable al que quiere aprender algo, lo llamo axioma. Existen en efecto algunas verdades de este género, y especialmente a estas verdades damos habitualmente el nombre de axiomas. Si una tesis establece una cualquiera de las partes de la enunciación, cuando digo, por ejemplo, que una cosa es o que una cosa no es, es una hipótesis; si no, es una definición. La definición es una tesis, puesto que el aritmético afirma que la unidad es aquello que es indivisible según la cantidad; pero no es una hipótesis, porque definir lo que es la unidad y afirmar la existencia de la unidad no es lo mismo.

Segundos analíticos, 1, 2. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos: edad antigua, Herder, Barcelona 1982, 5ª. ed., p.55-57).